La Batalla de Ciénaga representó la Independencia definitiva de Colombia
Por: Manuel A. Illidge Ramírez
La Batalla de Ciénaga fue un enfrentamiento crucial en la lucha por la Independencia de Colombia, ocurrido el 10 de noviembre de 1820, entre las fuerzas patriotas y realistas en la región de Ciénaga, Magdalena. Liderada por el coronel venezolano José María Carreño y el coronel José Prudencio Padilla, esta batalla fue parte de una ofensiva planificada para tomar Santa Marta y su provincia, asegurando el control de un punto estratégico en la costa Caribe.
El combate más intenso se dio en "Mundo Nuevo," con una pelea feroz donde los realistas, en su mayoría indígenas aliados a la corona española, sufrieron una dura derrota.
La batalla fue particularmente sangrienta, con alrededor de 700 muertos, principalmente indígenas. Tras la victoria patriota en Ciénaga, el gobernador realista de Santa Marta negoció la evacuación de sus tropas a Cuba, lo que permitió la entrada victoriosa de las fuerzas libertadoras a Santa Marta el 11 de noviembre de 1820.
Este enfrentamiento fue fundamental para la independencia definitiva de la provincia de Santa Marta y tuvo un gran impacto en la consolidación de la independencia del Caribe colombiano y de Nueva Granada, acercando el control patriota a otras regiones como Cartagena y Maracaibo. La batalla también es significativa por la participación de grupos indígenas y afrodescendientes, que tuvieron roles complejos, a veces apoyando a los realistas, y su resistencia posterior a la independencia hasta 1822.
Historiadores como Venancio Aramis Bermúdez le dan crédito al General Francisco Burdett O´Connor, comandante de la Legión Irlandesa, quien dejó escritas en sus memorias que la Batalla de Ciénaga fue una masacre de borrachos, que no hubo una Batalla convencional. Con las bayonetas asesinaron a cientos de borrachos, varones y mujeres, que se lanzaban ebrios contra los irlandeses y los patriotas. El General Burdett estuvo en esa la masacre, la vivió, por eso este historiador fundanense le atribuye veracidad.
Ver también: La Batalla de Ciénaga
GENERAL FRANCISCO JAVIER CARMONA Y LARA
Por: Izmael Correa Diazgranados
El intrépido y corajudo general Francisco Carmona muy vinculado a Ciénaga por sus actitudes militares, políticas y nexos familiares, nació a finales del siglo XVIII, en Maturín una población
Venezolana, capital del estado de Monagas, situado a orilla del Guarapiche, rio navegable a pocos kilómetros de su desembocadura. Hijo de don Pedro Juan Carmona y doña Ana Carolina de Lara también nacidos en Venezuela. Siguiendo los pasos del coronel Simón Bolívar, futuro Libertador y padre de la patria; el general Francisco Carmona llegó a Cartagena junto con otros oficiales venezolanos de "armas tomar", dispuestos a participar en la revolución o causa de la independencia. Se incorpora al ejército patriota.
El 10 de noviembre, este esforzado militar es uno de los protagonistas de una de las más cruentas batallas de la independencia del suelo de Ciénaga, pueblo Viejo y el puente de la barra, hasta la toma de Santa Marta. Hechos que se registraron en la parte pertinente de estas anotaciones para la Historia de Ciénaga.
La chispa de la primera y más importante revolución de la costa se prende en Ciénaga, donde se estableció el general Francisco Carmona. También es muy cierto que el carácter impetuoso e irreflexivo de Carmona motivó o influyó en el resultado de mencionada confrontación armada.
Siempre fue altivo. Un hombre "echado pa' Lante" como decía el pueblo. Falto de cultura, Generoso y estricto. De baja estatura, pero de muy varonil contextura. Ojos verdes azulosos como los de pavo real.
El general Francisco Javier Carmona y Lara fijó su residencia en Ciénaga, en una casa de bahareque, construida a semejanza de las otras que se utilizaban en el centro de la población.
El coronel acostumbraba a pasear por la población montado en brioso corcel y con sable al cinto. Ostentaba tener buenos caballos y demostrar ser un magnífico jinete como auténtico y consagrado héroe de la caballería Llanera.
De acuerdo al comunicado dirigido al gobierno nacional, por el entonces gobernador de la provincia de Santa Marta José Manuel del Gordo y en el informe que e rindió el jefe político del cantón de la Ciénaga, don Joaquín Munive, el general Carmona fue víctima de una muerte violenta o asesinato en Ciénaga "por unos vecinos del pueblo, amotinados y enfurecidas contra él. El pueblo no veía con buenos ojos el carácter violento del general además, tenía muchos enemigos ocultos que aprovecharon la ocasión para vengarse de él.
Un testigo presencial de la época, Cienaguero además, José de la Cruz Jiménez conocido con el nombre del indio Rico por las posiciones que tenía en la región de Córdoba y en la plaza principal de Ciénaga donde vivió."El general Carmona tenía el orgullo de ser Libertador, no tenía buen carácter; por asuntos de partido se malquisto con parte de este pueblo. Por eso, el domingo de carnaval 24 de febrero de 1852 fue asesinado por una multitud, no quiso perdonar el ultraje de golpes a que sometió al alguacil o policía que, para provocarle se hurto y vistió el uniforme y prendas militares, condecoraciones, para leer un bando de carnaval. Numeroso pueblo se congregó frente a su casa (hoy las quince letras) el general con arma blanca se defendió hasta más no poder, dejando fuera de combate a tres de los atacantes. Fue derribado al suelo por una pedrada y lo asesinaron a machete, haciendo su cuerpo picadillo. El testigo indio Rico termina diciendo que estando muy adolescente le tocó ayudar a recogerlo y estaba tan destrozado que en una pequeña urna. El pueblo cienaguero propiamente hablando no lo asesinó, sino un grupo, una turba enemiga del general. Muchas personas concurrieron a su entierro y el acontecimiento su lamentado por gente distinguida.
“EL MANCO GERONIMO CARBONÓ"
UN MARINO INVISIBLE DE LA INDEPENDENCIA
“No todos los héroes de la independencia tuvieron estatua, pero algunos dejaron su nombre grabado en la sal de las aguas.”
Cuando se habla de la independencia neogranadina, el relato suele fijarse en los Andes —Boyacá, Pantano de Vargas, Carabobo— como si la libertad hubiese descendido desde la montaña hasta el mar. Pero fue en el Caribe donde se libraron las batallas que sellaron la victoria. Allí, en el arco de agua y fuego que va desde Cumaná hasta Cartagena, combatió un genovés llamado Jerónimo Carbonó, oficial de la marina republicana, cuya sombra recorre los archivos con la timidez de los hombres que hicieron mucho y dijeron poco.
Un marino genovés en tierra americana
Según la Academia Colombiana de Historia, su hoja de servicios —levantada en Bogotá el 18 de enero de 1836 por el general Joaquín Posada Gutiérrez— consigna que Jerónimo Carbonó sirvió “desde el 4 de diciembre de 1811 hasta el 12 de febrero de 1831”, y que “recorrió la escala de grados en la Escuadra hasta alcanzar el rango de capitán de navío”. La misma fuente detalla su participación en las campañas de Venezuela (1812-1817), combatiendo en Guantúa, Maturín, Cumaná, Angostura, Guayana y Barcelona, y ya en territorio neogranadino, en Laguna Salada (1820) y Cartagena (1821).
La Armada Nacional de Colombia confirma que en 1831 fue capitán del puerto de Cartagena, y lo identifica como “Capitán de navío Jerónimo Carbonó, de Génova”. Su biografía no pertenece al linaje de los notables criollos ni de los caudillos de uniforme, sino a la constelación de extranjeros que cruzaron el Atlántico para pelear por una libertad ajena, y terminaron adoptándola como patria.
La Batalla de Laguna Salada, librada en mayo de 1820, fue una de las más duras del Caribe. Las fuerzas del general Mariano Montilla, con apoyo naval de Luis Brión, enfrentaron a los realistas de Sánchez de Lima. La victoria patriota abrió el paso hacia la Ciénaga, la antesala natural de Santa Marta. Carbonó figura en esa hoja de servicios entre los combatientes de Laguna Salada. Allí fue herido en la mano izquierda —dicen las memorias locales— y desde entonces los marineros lo llamaron “el manco Carbonó”. La herida es testimonio de que peleó en cubierta, no en escritorio.
Ciénaga, Cartagena y el silencio del héroe
La Batalla de la Ciénaga, según José Alarcón y José María Valdeblánquez, fue “una de las más reñidas y sangrientas de la independencia”. Allí confluyeron los ejércitos de José María Carreño, las fuerzas navales de Padilla y Brión, y contingentes llaneros de Calderón. En un solo día murieron más de seiscientos realistas; la república obtuvo cinco buques, ochocientos fusiles y una entrada directa a Santa Marta. Aunque los partes oficiales omiten su nombre, la lógica de la campaña y su hoja de servicios permiten inferir que Carbonó, veterano de Laguna Salada y hombre de la flotilla de Brión, debió participar en la ofensiva naval sobre la Ciénaga Grande, esa charca inmensa donde el Caribe se hace tierra. Su anonimato es el precio del extranjero en las guerras de patria ajena.
Tras Ciénaga y Santa Marta, la campaña culminó en Cartagena, asediada entre julio de 1820 y octubre de 1821. Allí la escuadra de Padilla cerró la bahía y bloqueó el fuerte de Bocachica. El nombre de Carbonó reaparece en los registros de la Armada como capitán del puerto una década después. Su carrera, larga y discreta, lo llevó del combate al resguardo, de las balas a los navíos del comercio republicano.
Cuentan las anécdotas médicas que cuando Simón Bolívar murió en Santa Marta, su cuerpo fue examinado sin hallar una sola cicatriz de guerra. Solo un callo en el glúteo —símbolo de los años de cabalgata— y un uñero persistente. Carbonó, en cambio, llevaba la marca del plomo en la carne. La historia premió al que dictó proclamas y olvidó al que empuñó el timón.
Su nombre quedó en penumbra, tal vez por ser extranjero, tal vez por no escribir memorias ni tener familia influyente que las publicara. Pero los archivos —AGN, Armada y el Senado citado por Posada Gutiérrez— lo rescatan lo suficiente para probar su paso. Su invisibilidad no es olvido: es la sombra de una generación de marinos anónimos que navegaron por la libertad del Caribe, entre el fragor de la pólvora y el canto de los manglares.
La independencia del norte no fue una sola batalla, sino un archipiélago de combates: Cumaná, Laguna Salada, Ciénaga, Cartagena. En cada una hubo hombres sin medalla, cuyas heridas fueron más reales que las de los héroes de bronce.
En uno de ellos, el manco Carbonó, la historia respira todavía con olor a pólvora y sal.
Fuentes consultadas:
Academia Colombiana de Historia, Boletín de Historia y Antigüedades n.º 96, Bogotá, 1936.
Armada Nacional de Colombia, La batalla decisiva, Cartagena, 2020.
José Alarcón y José María Valdeblánquez, Compendio de Historia del Departamento del Magdalena (1525–1895).
Archivo General de la Nación (AGN), fondo Ministerio de Guerra, 1836.
Archivo General de Indias (AGI, Sevilla), Fondo Estado – Santa Fe, campaña del Caribe (en revisión)
LA RENDICIÓN DE SANTA MARTA ERA ESENCIAL PARA BOLIVAR
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Simulación avanzada del Ejercito Realista, al celebrarse el primer Centenario de la sangrienta Batalla De Ciénaga 1920 |
Por : José Alarcón
Comentado y Adicionado por José María Valdeblánquez. Teniente Coronel
La rendición de Santa Marta era en concepto de Bolívar punto esencial para poder abrir operaciones sobre Venezuela, y en esa empresa tenía ocupado a Montilla. El Gobernador Porras adivinó los planes y empezó a prepararse para la defensa. En pocos días fortificó a Santa Marta, la Ciénaga y Pueblo viejo. Reunió todos los destacamentos y puso quinientos hombres de muy buena tropa a órdenes del Brigadier Sánchez de Lima para salir a tentar fortuna.
Lima estuvo en La Fundación de San Carlos, de aquí pasó a Pivijay, en vía de seguir al Piñón, ocupado por el coronel Jacinto Lara con fuerzas republicanas. Este jefe, por noticias exageradas que tuvo del número de soldados de Sánchez de Lima, levantó el campamento y se situó en la orilla opuesta del Magdalena; pero luego que supo el engaño volvió a ocupar el punto abandonado, y el 20 de octubre se trasladó al Guaimaro.
Llegó entonces el coronel José María Carreño, nombrado para reemplazarlo y se encargó del mando. Este jefe puso en marcha sus fuerzas en busca de las de Lima, la cual esperó a los patriotas en el paso Cotiné, y no pudiendo detenerlos tomó el camino de la Fundación. El plan de Lima era ir acercando a la Ciénaga a Carreño, de modo que Labarcés en Riofrío lo atacase por la espalda; pero Carreño la dio alcance todavía en la Fundación y lo derrotó completamente.
Lima huyó a Maracaibo junto con el teniente coronel Barcárcel.
A tiempo que esto sucedía se preparaba en Barranquilla un serio ataque sobre los realistas de la Ciénaga al cual debía concurrir Carreño para dirigirlo. El coronel José Padilla con las fuerzas sutiles ocupó a Ciénaga Grande, y el Almirante Brión con su escuadra bloqueaba a Santa Marta. En el ataque obraron estos dos jefes admirablemente, y no menos el Comandante Calderón, jefe del escuadrón de caballería llanera. Este hecho de armas del 10 de noviembre fue de los más reñidos y sangrientos de la independencia. Mas de seiscientos soldados realistas quedaron muertos en el suelo de la Ciénaga y murieron combatiendo con furor. Seiscientos veinticinco prisioneros, ochocientos fusiles, cinco buques de guerra, la artillería y municiones, todo quedó en poder de los independientes. Estos solo tuvieron cuarenta muertos y ciento catorce heridos. Maza entró en pelea con seiscientos hombres que trajo a bordo de la flotilla, habiéndosele unido Carmona. La fuerza de Carreño pasaba de mil trescientos soldados. Maza y Carmona sin reposar y sin tiempo que perder. siguieron vía Santa Marta. Tomaron la batería de San Pedro (hoy trinchera), y de ahí siguieron sobre los realistas apostados en Dursino y en Gaira.
UNA BATALLA DESVALORADA
POR HISTORIADORES
Por: Dolcey Romero Jaramillo, profesor universitario.
Según historiadores, lo del 20 de julio
“apenas fue la firma de un acta de compromiso”.
Entre los mitos que la historia tradicional ha creado sobre el calendario cívico de la República, sobresale el de las fechas de la independencia, y con ellas el de las batallas que permitieron finalmente el acceso a la libertad.
En este sentido, debido a la centralización de la memoria nacional, la historia tradicional ha visibilizado solo a los acontecimientos y procesos de nuestra emancipación que tuvieron ocurrencia en el interior de nuestro país, y por el contrario, ha ocultado y minimizado los que se suscitaron en el actual Caribe colombiano.
En este orden de ideas, para nadie es desconocida la aseveración temeraria de seguir considerando el 20 de julio como el día de nuestra Independencia.
En esta fecha solo se hizo un compromiso a través de un acta. Por ello algunos áulicos informados de este acontecimiento solo se atreven a tipificarlo como el “grito de Independencia”.
La primera Independencia real que hubo en nuestro país tuvo como escenario no a Bogotá sino a Cartagena, un 11 de noviembre de 1811. En efecto, a partir de esta fecha hubo una ruptura total con las autoridades españolas, a tal punto que no solamente las reemplazaron por una dirigencia criolla y cartagenera, sino que crearon nuevos símbolos identitarios, y lo más importante, crearon una Constitución en 1812, con la cual la fuente de poder no radicaba en el Rey sino en la Constitución.
Entre el conjunto de líderes de esta primera independencia sobresale el afrodescendiente Pedro Romero, quien, aprovechando su enorme inserción en los sectores populares residentes en Getsemaní, presionó a la timorata elite cartagenera para que finalmente declara la Independencia.
Frente a la inexorable reacción del imperio para castigarle la osadía de haber sido los únicos en independizarse, como en efecto sucedió con la reconquista, los cartageneros tempranamente intentaron por todos los medios posibles de generar apoyos a la defensa de su independencia y de su proyecto republicano.
Entre los tantos apoyos solicitados para defender su independencia está el que le hicieron a su vecina Santa Marta.
Las contradicciones y enfrentamientos entre estas dos provincias existentes con antelación al proceso de independencia, se agudizaron con la irrupción de este, en especial por la negativa de Santa Marta de apoyar la propuesta republicana e insurgente de los cartageneros. Santa Marta junto con Riohacha y a diferencia de Cartagena y Valledupar, se caracterizó por su defensa a ultranza del realismo. A tales extremos llegó su fidelismo al imperio, que Fernando VII, en reconocimiento a la defensa incondicional a España le otorgó el título de “Ciudad Heroica”. Ante la sistemática negativa de los samarios de abrazar y defender el proyecto republicano de sus vecinos, a estos, después de agotar la vía de la “persuasión”, acudieron a la presión armada, que desembocó en una guerra cívica entre samarios y cartageneros.
En el Caribe colombiano durante la primera república, personas de diferentes orígenes y condiciones sociales asumieron fervorosamente la causa realista y por ende, se colocaron en la orilla contraria de los patriotas cartageneros, a quienes enfrentaron militarmente. Fueron estos sectores y personajes los que propiciaron la derrota de estos en su pretensión de doblegar la voluntad de los samarios para conseguir su apoyo
En 1812, el General francés Pedro Labatut liderando al ejército cartagenero, en su intento de tomarse y someter a Santa Marta, fue derrotado y expulsado de esta ciudad por indígenas de Bonda, Mamatoco, Gaira y Masinga.
Igual suerte corrió el francés Chatillón en Ciénaga en 1813. Con base en tales pruebas de heroísmo y fidelidad, los indígenas solicitaron al rey “el disfrute de las tierras comprendidas desde Ciénaga hasta las márgenes de Río Frío, como también la pesca exclusiva de la Ciénaga Grande”, entre otras peticiones.
En marzo de 1813, tres meses después que el general Labatut al mando de los patriotas cartageneros se había tomado transitoriamente a Santa Marta, tuvo que abandonarla por la presión social de los samarios, especialmente de los indígenas. Las causas de la reacción contra Labatut estaban ligadas a la actitud despótica y vandálica asumida por este militar. Ante la pérdida del control de Santa Marta, los cartageneros encabezados por el propio presidente Rodríguez Torices, intentaron de nuevo, pero sin ningún éxito, la retoma de Santa Marta. Al mando de esta nueva aventura estuvo el también francés Louis Chatillón.
Desde finales del siglo XVII, Ciénaga se había convertido en despensa agrícola de la provincia samaria, por ello no es casual que en su interland estuvieran situadas dos de las haciendas más grande, no solo por su productividad sino también por el número de personas esclavizadas empleadas: Santa Cruz de Papares en la de desembocadura del río Papare con 82 esclavizados y Santa Cruz de Garabulla con 60.
Durante mucho tiempo esta abultada población afro esclavizada junto con la afrodescendiente libre e indígena ejercieron ciertos niveles de presión y resistencias a cambio de ciertas prebendas. Actitud que la postre fue canalizada y puesta al servicio de la causa realista al frente de la cual estuvieron los comandantes afros Narciso Vicente Crespo y Tomás Pacheco.
Fue en este espacio geográfico de Ciénaga donde tuvo ocurrencia la famosa batalla de Papare y el escenario fundamental de la más alta resistencia a las pretensiones cartageneras por someter a los samarios
En la Batalla de Papare como popularmente la ha registrado la historia, los cartageneros sufrieron la más estruendosa y deshonrosa derrota durante la primera República.
En efecto, cuando intentaron desembarcar en Papare, cerca de Ciénaga, los primeros 60 hombres que saltaron a tierra fueron abatidos por las tropas samarias. Más tarde, en el segundo desembarco hallaron la muerte más de 300 insurgentes, entre quienes se encontraba el propio Chatillón.
Al mando de los samarios que derrotaron a los insurrectos cartageneros en Papare estuvieron los comandantes afrodescendientes Narciso Vicente Crespo y Tomás Barros.
Luego de la victoria de Papare el realismo samario se fortaleció de tal manera que Santa Marta se erigió como el cuartel general y el epicentro más importante del realismo en la Nueva Granada. Desde allí durante dos meses se organizó y planificó la reconquista de la Nueva Granada que se inició con el sitio de Cartagena por parte de Pablo Morillo. Tal fue el nivel de fortalecimiento del realismo samario, que solo con su derrota fue cuando se pudo sellar y acceder definitivamente a la libertad y a la independencia de nuestro país, el 24 de junio de 1821.
En efecto, con la Batalla de Boyacá solo quedó libre la meseta cundiboyacense, ya que el actual Caribe colombiano seguía en manos de los españoles y de los adeptos a España como era el caso de los samarios.
Es preciso aclarar que fueron los indígenas y afrodescendientes, avecinados y residentes en Ciénaga, Mamatoco, Bonda y Gaira los que defendieron e impidieron la toma de Santa Marta por parte de los cartageneros.
Por ello frente a las nuevas circunstancias impuestas por la Batalla de Boyacá, y ante la necesidad inaplazable de derrotar a los realistas atrincherados en Cartagena y Santa Marta para finiquitar la independencia, el ejército patriota comenzó a organizar la toma de Ciénaga, lugar en donde estaban concentradas las fuerzas realistas compuestas especialmente por indígenas y afrodescendientes.
Si caía Ciénaga caía Santa Marta. Claro está que la toma de Ciénaga estaba mediada por la derrota y toma de Riohacha como también de un conjunto de pueblos realistas, o con reductos realistas tales como Moreno, Fonseca, San Juan, Fundación, el Codo y Río Frío.
Para Bolívar las prioridades después del triunfo de Boyacá eran: asegurar el control del río Magdalena, la toma de Santa Marta y su provincia, bloquear a Cartagena y la campaña contra Maracaibo.
Para la materialización de tales propósitos se requería de un cuerpo elite que estuvo formado por hombres curtidos en la guerra de independencia, por ello en la Batalla o caída Ciénaga en manos de los patriotas participaron comandantes y coroneles como José Prudencio Padilla, cuya función era sitiar a Santa Marta tomándose la Ciénaga Grande, Jacinto Lara y José María Carreño atacarían por el lado occidental por los lados de Guímaro, Francisco Carmona que venía de triunfar en Ocaña lo haría por el sur, por Tamalameque y Chiriguaná, José María Córdoba y Hermógenes Maza que venían de Magangué y Mompox lo harían por el río Magdalena, y el almirante Luis Brion bloquearía la Bahía de Santa Marta.
De acuerdo a lo acordado Carreño y Carmona atacarían a Ciénaga por tierra, mientras que Padilla y Brión controlarían las aguas del litoral entre Ciénaga y Santa Marta. Atacarían el 10 de Noviembre a Ciénaga como preámbulo hacia la toma de Santa Marta cuya bahía sería bloqueada por el almirante Brión. De Ciénaga las tropas patriotas salieron victoriosas en la fecha señalada anteriormente.
De acuerdo con varios historiadores esta fue la batalla más sangrienta de la independencia, después de la de Ayacucho. Algunos consideran que en Ciénaga hubo 140 víctimas del lado republicano y 521 del lado realista, la mayoría indígenas. Un día después, es decir el 11 de noviembre, la elite samaria se entregó sin luchar y con ello la toma de la ciudad por parte de los patriotas.
No obstante, las guerrillas indígenas lideradas por el cacique Jacinto Bustamante, y las afrodescendientes lideradas por Pablo Pinto estuvieron intentando sacar a los patriotas apostados en Ciénaga y Santa Marta hasta 1822.
Como se podrá deducir, la Batalla de Ciénaga reviste una importancia capital que ha sido sistemáticamente invisibilizada por la historiografía tradicional. De ella no solo dependió la toma de Santa Marta sino también la de Cartagena, y con esta, la independencia definitiva de nuestro país que se dio en Cartagena un 24 de junio de 1821, liderada esta última por el almirante afrowayúu José Prudencio Padilla.
Además, dicha batalla evidenció la condición timorata de la elite samaria y la valentía del pueblo cienaguero en la defensa de Santa Marta. Si las batallas de la independencia se jerarquizaran morbosamente de acuerdo al número de muertos o bajas, este sería el orden de importancia de la Batalla de Ciénaga: Ayacucho 687 muertos, Ciénega 661, Pantano de Vargas 620, Carabobo 601, Junín 395, Bomboná 368, Boyacá 113.
El olvido y la invisibilización de la Batalla de Ciénaga, en parte está motivada por la estigmatización de la cual ha sido blanco la población afro e indígena samaria de la época por parte de la Historia Tradicional, por haber defendido una causa diferente a la de la mayoría de los neogranadinos.
Ojalá que estos espacios sirvan para reflexionar en torno a la importancia de la Batalla de Ciénaga como preámbulo y antecedente de la independencia definitiva de nuestro país, sino también para entender que requerimos de narrativas justas y equilibradas para crear nuevos discursos históricos, donde todos seamos protagonistas y estemos representados.
*Profesor Universidad Simón Bolívar y Universidad del Atlántico.
“BATALLA DE CIÉNAGA“
Hoy se conmemoran 205 años de La Batalla de Ciénaga. fue un enfrentamiento militar librado en el contexto de la Independencia de Colombia, entre realistas y patriotas con una victoria absoluta del ejército Libertador Patriota.
El 10 de noviembre de 1820, el valeroso cantón de la ciénaga fue escenario de una de las más sangrientas batallas de la independencia.
La de Ciénaga, fue una de las más aguerridas y cruentas Batallas de las cumplidas en la Campaña Libertadora y se recuerda con admiración el hecho de que se asignaran para actuar en las avanzadas del 10 de noviembre, sobre Ciénaga, personajes ilustres de diversos rangos y experiencia en operaciones de campo y sorpresa militar al enemigo. Son en su categoría y calidad de graduación los actores de la epopeya que dio fin a la inolvidable Campaña de la Nueva Granada y borró en manera definitiva el abuso español en nuestro territorio y presentó como villa gloriosa a nuestro suelo cienaguero. Era tan importante, necesario y urgente el sometimiento de Ciénaga y la rendición de Santa Marta, que Bolívar da las órdenes precisas para que sus mejores hombres participen desde los diversos frentes sobre el objetivo. Aquí estuvieron luchando con denuedo; Carreño, Masa, Carmona, Padilla, Brión, Montilla, Calderón, Sanders, Morales, Crespo, Bustamante, Acevedo, Ayala, Carbonó, Carrasco, Córdoba, Dávila, D’evereux, Elías, Henao, Espina, Del Gordo, Henríquez, Hormechea, Illincroott, Isaza, Lara, Loedel, Charquey y los escuadrones rasos de soldados, cuyos apellidos se perdieron lastimosamente, en el silencio del tiempo.
En los preliminares de la Batalla de Ciénaga, “las fuerzas sutiles bajo comando de Padilla, se comunicaban por señales con los barcos mayores de almirantes, que cruzaban continuamente en aguas de santa marta a ciénaga y viceversa, el plan era el siguiente: ataque general el día 10, a las nueve de la mañana, por tres frentes: el Mar, la escuadra de Brión sobre Pueblo Viejo; en aguas de Ciénaga grande la escuadrilla de padilla, y por tierra, las legiones de infantería, artillería y caballería a mando de Carreño”.
“Una vez formados los patritas y preparados al combate, Carreño ataca de frente a la bayoneta, al paso que prendaba a la caballería cargar sobre la izquierda enemiga de “nuevo mundo”.
“Antes de expirar a poco de herido, supo Pacheco que la plaza estaba perdida, cubierta de cadáveres, y escalmo: “muero contento porque todos hemos quedado en el campo de honor sin claudicar. ¡Viva España!”. En cuanto el coraje de los nativos dice Beralt, que “los indígenas adictos a la causa de España pelearon y sucumbieron con un valor, mejor dicho, con fanatismo imponderable, en extremos tal su encanecimiento que para vencerlos hubo de ser precisa la tenaz intervención de la caballería llanera, que hizo una mortandad horrorosa”.
En la villa del cantón de la Ciénaga, según el informe militar del Ejército Libertador, se dio como resultado de guerra; 1392 cadáveres, 253 heridos, fueron tomadas como prisioneros, 795 personas. Murieron 209 oficiales, fueron 12 los oficiales presos o heridos y como trofeo de guerra, las tropas republicanas heredaron 182 piezas de artillería, 5 buques de guerra, 86 bongos o embarcaciones comerciales que habían aprovisionado militarmente y gran cantidad de pólvora y municiones, por eso y por muchos aspectos más, la Batalla ocurrida en Ciénaga es reflejo de la valentía y del denuedo con que se enfrentó el suceso histórico del 10 de noviembre de 1820.
BATALLA EN EL RÍO FUNDACIÓN
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La toma de Santa Marta por parte de los independentistas fue planeada por tierra, mar y el gran complejo lagunar de la Ciénaga Grande.
El control del Distrito Parroquial de San Juan Bautista de la Ciénaga era militarmente estratégico: constituía una especie de “barrera” o de “puerta de entrada” para poder llegar a la capital de la Provincia de Santa Marta. Por tal razón, el gobierno samario, bajo el control de los españoles, estableció en sus agrestes y cenagosas tierras las baterías militares que consideraba necesarias: así fue en los Playones de Aguacoca, Puerto Cañón, Fuerte Cachimbero y en la Boca de La Barra.
Pero poder llegar a Cienaga se hacía necesario combatir a las fuerzas patriotas que estaban ubicadas en el Río Fundación, en la población de San Carlos de La Fundación. Batalla que se dió el 30 de octubre de 1920.
Ver: Batalla de Fundación
Luego del triunfo en San Carlos de La Fundación, la superioridad de las fuerzas republicanas dio al traste con la resistencia realista en San Juan de Ciénaga, el 10 de noviembre de 1820. En menos de una hora y media fueron aniquilados más de 800 indígenas del pueblo de indígena de San Juan Bautista de la Ciénaga, quienes habían sido improvisados como combatientes al servicio del régimen español.
Tanto en toda la Nueva Granada como en la Costa Caribe aparece ocupando un lugar destacado la Batalla de San Juan Bautista de la Ciénaga. Es la segunda batalla en importancia después de la Batalla de Boyacá.
Esta confrontación en la costa Caribe colombiana, en lo que hoy es el municipio de Ciénaga, selló la salida definitiva del gobierno español de la Provincia de Santa Marta, facilitando la tarea de la posterior liberación de la ciudad de Cartagena y de algunos otros pueblos circundantes.
Sin embargo, en el panorama mostrado de las luchas de la Independencia, esta crucial batalla aparece apocopada, es decir, no se le ha asignado o reconocido la trascendencia en la construcción de la República de Colombia.
Tal vez, esto ha venido ocurriendo, como una inferencia del obstinado centralismo político-administrativo de Santa Fe de Bogotá, por cierto, reinante durante toda la época colonial y aun en la época republicana, lo que ha permitido el justo reconocimiento de la Batalla de Boyacá, un hecho que propició la toma de la capital santafereña, sede del gobierno virreinal, por las fuerzas insurgentes; y, de otra parte, el escaso reconocimiento tal vez tiene que ver también con nuestra historia local, es decir, con la posición fidelista o pro-realista de muchas de las familias o castas “distinguidas” de la sociedad samaria y de alrededores, las que, lógicamente, hicieron causa común con el colonialismo español, desde los tres intentos anteriores de la toma militar de esta parte del territorio Caribe por parte de independentistas durante el año de 1813.
En el Diccionario Biográfico de los “Campeones de la Libertad” (Escarpeta y Vergara. 1879), aparecen algunos pocos independentistas samarios que participaron en la Batalla de San Juan Bautista de la Ciénaga.
Tales son los apellidos de los mencionados: Arrazabal, Elías, Del Gordo, Herrera, Laguna, Machado, Martínez, Munive, etc., mientras, como paradoja o ironía de la Historia, aquellas familias que se opusieron de manera radical a la lucha por la Independencia de España, con el correr de los años se fueron acomodando en los cargos más importantes del aparato burocrático del nuevo Estado, hecho recurrente hasta el tiempo presente. De ahí, tal vez, se explique en parte el fracaso de buena parte de los propósitos declarados la gesta libertaria.
Se sabe, por ejemplo, que Labatut redujo a prisión a personajes samarios como José F. Munive y Venancio Díaz Granados (Joaquín Campo. 1975), dos influyentes adeptos del realismo en el seno de la capital de la Provincia. También vale la pena mencionar el caso del señor Esteban Díaz Granados quien en su diario, escrito en 1820, manifiesta que una vez instalado el gobierno de Labatut intentó huir hacía Maracaibo: […] Salí con tal motivo para Valledupar con el ánimo de pasar a Maracaibo, pero no llegué sino hasta San Juan del Cesar, de donde me regresé por la feliz ocurrencia de la restauración en Santa Marta del legítimo gobierno, dejando en el Valle de Upar a mi mujer y familia […].
Sobre esto último, Guillermo Henríquez Torres (1975) califica a don Esteban como un connotado “defeccionista ante el enemigo” y un “monarquista hasta el sacrificio”. Dice el escritor cienaguero que en su diario se puede leer que Esteban Díaz Granados fue “Alcalde de Santa Marta, Presidente del Ayuntamiento, Oidor de la Real Audiencia, cuando la restauración monárquica” en Santa Marta. Luego, fue nombrado por el mismo Libertador Bolívar, como Ministro de Justicia en Panamá en 1823.
Muchos fueron los próceres del Caribe colombiano reseñados en esta gran y definitiva batalla: la de San Juan Bautista de la Ciénaga. A los que realmente participaron de esta gesta libertaria el Vicepresidente de la República General Francisco Santander les hizo una mención honorifica de reconocimiento por medio de Decreto Oficial fechado 29 de noviembre de 1821.
TEATRO DE GUERRA
Teatro de Guerra de la Batalla de Ciénaga
uno de los combates más cruentos durante
las guerras de independencia
El 10 de noviembre de 1820, el valeroso cantón de la ciénaga fue escenario de una de las más sangrientas batallas de la independencia.
La de Ciénaga, fue una de las más aguerridas y cruentas Batallas de las cumplidas en la Campaña Libertadora y se recuerda con admiración el hecho de que se asignaran para actuar en las avanzadas del 10 de noviembre, sobre Ciénaga, personajes ilustres de diversos rangos y experiencia en operaciones de campo y sorpresa militar al enemigo.
Son en su categoría y calidad de graduación los actores de la epopeya que dio fin a la inolvidable Campaña de la Nueva Granada y borró en manera definitiva el abuso español en nuestro territorio y presentó como villa gloriosa a nuestro suelo cienaguero.Era tan importante, necesario y urgente el sometimiento de Ciénaga y la rendición de Santa Marta, que Bolívar da las ordenes precisas para que sus mejores hombres participen desde los diversos frentes sobre el objetivo. Aquí estuvieron luchando con denuedo; Carreño, Masa, Carmona, Padilla, Brión, Montilla, Calderón, Sanders, Morales, Crespo, Bustamante, Acevedo, Ayala, Carbonó, Carrasco, Córdoba, Dávila, D’evereux, Elías, Henao, Espina, Del Gordo, Henríquez, Hormechea, Illincroott, Isaza, Lara, Loedel, Charquey y los escuadrones rasos de soldados, cuyos apellidos se perdieron lastimosamente, en el silencio del tiempo.
En los preliminares de la Batalla de Ciénaga, “las fuerzas sutiles bajo comando de Padilla, se comunicaban por señales con los barcos mayores de almirantes, que cruzaban continuamente en aguas de santa marta a ciénaga y viceversa, el plan era el siguiente: ataque general el día 10, a las nueve de la mañana, por tres frentes: el Mar, la escuadra de Brión sobre puebloviejo; en aguas de Ciénaga grande la escuadrilla de padilla, y por tierra, las legiones de infantería, artillería y caballería a mando de Carreño”.
“Una vez formados los patritas y preparados al combate, Carreño ataca de frente a la bayoneta, al paso que prendaba a la caballería cargar sobre la izquierda enemiga de “nuevo mundo”.
“Antes de expirar a poco de herido, supo Pacheco que la plaza estaba perdida, cubierta de cadáveres, y esclamó: “muero contento porque todos hemos quedado en el campo de honor sin claudicar. ¡Viva España!”. En cuanto el coraje de los nativos, dice Beralt, que “los indígenas adictos a la causa de España pelearon y sucumbieron con un valor, mejor dicho, con fanatismo imponderable, en extremos tal su encanecimiento que para vencerlos hubo de ser precisa la tenaz intervención de la caballería llanera, que hizo una mortandad horrorosa”.
En la villa del cantón de la Ciénaga, según el informe militar del Ejército Libertador, se dio como resultado de guerra; 1392 cadáveres, 253 heridos, fueron tomadas como prisioneros, 795 personas.Murieron 209 oficiales, fueron 12 los oficiales presos o heridos y como trofeo de guerra, las tropas republicanas heredaron 182 piezas de artillería, 5 buques de guerra, 86 bongos o embarcaciones comerciales que habían aprovisionado militarmente y gran cantidad de pólvora y municiones, por eso y por muchos aspectos más, la Batalla ocurrida en Ciénaga es reflejo de la valentía y del denuedo con que se enfrentó el suceso histórico del 10 de noviembre de 1820.
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