agosto 25, 2024

LAS SOCONY DE PIVIJAY

 

Juancho Polo Valencia

 

El juglar Juancho Polo Valencia grabó, en 1973, para el sello disquero Fuentes, el paseo llamado La Socony, que hizo parte del disco de larga duración titulado: El Divorcio. Se trata de un tema de su autoría en el que narra la historia de lo que sucedió en Pivijay tras la llegada, a mediados de los años cuarenta del siglo pasado, de los trabajadores de la empresa petrolera Socony Vacuum Oil Company y las relaciones amorosas que estos entretejieron en este lugar.

La historia de la presencia de esta empresa petrolera en esa localidad tiene que ver con la concesión que solicitó en 1942 el norteamericano James A. Tong, al ministerio de minas, para la exploración y explotación de tierras del municipio de Pivijay y, de ser necesario, de Salamina y El Piñón. Petición que le fue concedida, por lo que el ministerio y éste firmaron el contrato de concesión número 1304 de 21 de febrero de 1944, cuyo objeto fue la exploración con taladro y explotación de petróleo de un área geográfica de 47.743.5 hectáreas del municipio de Pivijay. 

Un total de 108,5 hectáreas quedaron excluidas de la concesión, debido a que en ellas se proyectaba la extensión del área urbana de Pivijay. Además, se estableció que las tierras en las que podía adelantarse la actividad exploratoria eran las baldías y en las adjudicadas con posterioridad al 28 de octubre de 1873; delimitándolas con una pilastra o mojón ubicada en Garrapata, de donde partían las coordenadas geográficas. 

Sin embargo, esta no era la única concesión otorgada por este ministerio y relacionada con las tierras del municipio de Pivijay y la región aledaña, también le había sido otorgado una a Jaime Samper (Caraballo), en representación de la Compañía de Petróleo La Perla. Para entonces, en el departamento del Magdalena (Grande) un millón de hectáreas habían sido concesionadas, entre las que incluían las de los municipios de Pedraza, Plato, Cerro de San Antonio, El Piñón, Salamina, Remolino y Sitionuevo.

Pero, pese a que el favorecido con el contrato fue Tong, la maquinaria que llegó a Pivijay para cumplir con el objeto de lo pactado, fue la de la Socony Vacuum Oil Company, creada en Estados Unidos en 1866, la que, tras dividirse en dos compañías, en 1911, formaron la empresa cuyos trabajadores se asentaron en esa localidad. 

Con la maquinaria llegaron los trabajadores, quienes se ubicaron, además de las viviendas donde lo hicieron colectiva o particularmente, en el teatro Colón, la vivienda de Teonitide Ternera, donde estuvieron las oficinas, y en la de un señor apellido Polo, donde funcionaba el parqueadero. Los que llegaron eran personas, especialmente, oriundas del interior, cachacos, como acostumbramos a llamar a quienes viven de San Martín, César, hacia adelante, por no decir de El Banco.

Estos, que eran de piel rosada, con dicción al hablar, con cara de gente de ciudad, pero, especialmente, con el manejo de recursos económicos, superiores a cualquier habitante de esa localidad que no tuviera la condición de ganadero, de comerciante importante; fueron, entre otros, motivo de atracción entre las jóvenes de la población, y ellas con sus atractivos físicos también lo fueron, lo que llevó al surgimiento de relaciones sociales y amorosas. 

Relaciones amorosas que fueron comunes y públicas, que se hicieron noticias en un pueblo, que, para entonces, la presencia de la Socony era un asunto que interesaba a todos sus pobladores. Y Juancho Polo no fue la excepción, tomó su acordeón y le cantó a lo que estaba de moda en ese lugar que siempre lo acogió como un hijo más.  

Este, fiel a su estilo, sencillo, no lineal, desordenado y guardando las reglas de la poesía tradicional, cuartetas rimantes, le cantó a los amores entre los trabajadores de La Socony y algunas mujeres de Pivijay, señalando, entre otros asuntos, las razones por la que creía se daban los enlaces sentimentales: 

Digo que está compañía, es verdad que tiene plata, y se lleva las muchachas, asunto de medio día.

Pero, no solo encontró una explicación a lo que sucedía, además, en su canto fue premonitorio de lo que tarde o temprano sucedería:

Las muchachas están creídas, que la Socony no se acaba.

En efecto, la compañía, tras fracasar en su búsqueda de petróleo o gas, levantó los campamentos y se fue, entonces sucedió lo que dice la canción: 

Con el ruido del carruaje, se fueron trece muchachas.

Las que no se fueron quedaron llorando, aunque esperanzadas de que los novios o parejas volverían, con en efecto algunos lo hicieron. Después, sucedió lo que dice Juancho con algunas de las mujeres que se habían ido con sus enamorados: 

Estaban mandando cartas, que les manden el pasaje.

Además, les indicó que tras la ida de la empresa: 

Unas quedarán paridas, otras quedan engañadas.

En Pivijay aún se habla de los soconeros, lo hacen para mencionar a los hijos de los trabajadores de la Socony, tanto que a los que fueron reconocidos como tal, así como a los que no le fue acreditada una paternidad.  Fruto de esos amores y del reconocimiento de sus hijos, por parte de sus padres, se conocieron nuevos apellidos en esa localidad: Rojas, Silva, Pinzón, Romero, Suárez, López, Halen y Ramos. 

Juancho, sabiendo las consecuencias de la ida de la compañía, añadió un verso en el que sintetiza lo sucedido:

A todo el que le dolía, solo le ha quedado el ungüento


Por: Álvaro Rojano Osorio


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