junio 29, 2020

EL MATRIMONIO DE LUIS ENRIQUE




Por: Álvaro Rojano

Luis Enrique Martínez Argote, El Pollo Vallenato, fue un artista que revolucionó la música del acordeón, la cual maduró cuando estuvo viviendo en Fundación, ciudad en la que residió desde los 13 años (1936). 

Estuvo casado con Rosalvina Serrano De Oro, amor que nació en 1947, cuando ella tenía 20 años y él 25. Ella nació un 8 de enero de 1926 en Nervití, pequeña población de El Guamo, Bolívar, ubicada a orillas del río Magdalena, de donde partió a temprana edad con su padre hacia El Copey, Cesar, después de la muerte de su madre. La decisión de mudarse para este lugar la tomó su padre en razón en que allí vivía su hija Ana, y de las posibilidades de acceder a un pedazo de tierra donde poder dedicarse a la cosecha de alimentos de pancoger.

Rosita, como su esposo acostumbró a llamarla, murió el 1 de Julio del 2020, a los 94 años de edad. Vivió sus últimos años en Santa Marta, para donde se mudó con Luis Enrique en 1972, aunque por un tiempo vivieron en Bogotá a causa de la diabetes del "papá de los acordeoneros. 

Todo comenzó en el año 1947 cuando en una fiesta en El Copey, Cesar, ella se dio las manos con Luis Enrique, fue amor a primavera vista. Al poco tiempo armaron viaje y se fueron de luna de miel. Días antes de su muerte ella narró como iniciaron las relaciones sentimentales con el juglar de la música vallenata:

“Nos conocimos en El Copey la noche del matrimonio de mi hermana Ana y nos enamoramos. Él asistió como invitado a la fiesta por el esposo de ella, Bernabel Gómez. Él desde que me vio me echó a perder, ja ja ja ja, me echó el ojo. Esa noche bailamos, me echó el cuento y nos hicimos novios, eso fue rápido. A los pocos días me visitó en mi casa. Al único que le gustó esas relaciones fue a mi papá, estaba alegre. Es que Luis Enrique ya había tenido mujer y era padre de dos hijos. Después de unos días de novios él me sacó, decidimos irnos a vivir juntos, me llevó para la finca donde vivía con su mamá y su padrastro”.

Todo no fue color de rosas, ya que la decisión de irse a vivir como pareja le trajo consecuencias judiciales a Luis Enrique, debido a que la novia era menor de edad, por lo que fue detenido en la cárcel del pueblo. Para entonces el matrimonio era una de las salidas a la situación jurídica que enfrentaba, las otras eran huir o una condena penal y la cárcel. Él prefirió la primera.

Como el amor florecía y las alegrías del corazón afloraban, decidieron casarse por la Iglesia. El acto religioso con mucha sobriedad se llevó a cabo en el corregimiento de Caracolicito, Cesar.

“Mientras él estuvo preso, yo vivía donde unas amigas, para donde me llevaron, él salía todas las noches de la cárcel y me visitaba. Hasta que nos casamos en Caracolicito. Fue una ceremonia sencilla, yo usé un traje blanco que él me compró, y después de la iglesia nos fuimos para la finca donde vivíamos”.
A partir de este momento comenzaron los días gloriosos de sus vida, donde los encantos del amor eran azúcar para esas almas enamoradas, en ocasiones con algunos altibajos producto de las largas las correrías de Luis Enrique, aunque él siempre que regresaba a su casa encontraba a su esposa tranquila y tolerante, así a ella tuviera conocimiento de sus múltiples infidelidades al fragor de los tragos y las notas del acordeón.
“Cuando nos fuimos a vivir Luis Enrique era aserrador de madera y por ratos interpretaba el acordeón, actividad última a la que se dedicó por entero después del matrimonio. 

Con el matrimonio fueron llegando los hijos, dos en el hogar: Victoria y Moisés Martínez Serrano, y cinco producto de sus correrías: Alberto, Alexis, Ingrid, María Luisa y Gloria.

“Después que nos casamos él comenzó a salir, a salir, a salir como acordeonero. Unos meses después de casarnos yo salí embarazada. El me dejó cogiendo barriga y salió a tocar y cuando regresó ya el niño caminaba, fue cuando conoció a Moisés”, recuerda Rosalbina con voz amorosa.

Luis Enrique se volvió mujeriego a morir con eso de la música, pero nunca me abandonó ni fue irresponsable con su hogar. Nunca vivió con otras mujeres, pero para donde agarraba tenía una. Yo sabía eso porque los compañeros me lo decían, pero yo en ese tiempo no sabía pelear ni nada de eso. Figúrese, como sería yo que, Luis Enrique se sacó a una muchacha en Bálsamo, Magdalena, Lucha Movilla se llamaba, y la trajo para donde su mamá, que vivía al lado de nosotros. Ella se aburrió de esperarlo y se quiso ir para su pueblo, yo la acompañé a Fundación para que se fuera”.

Agrega: “Yo en ese tiempo era muy tranquila, era conforme que viniera o no viniera. Yo nunca lo celé y lo veía cuando se enamoraba. Las mujeres apenas él les hacía un hijo, me lo llevaban. Yo al que me llevaban lo cogía y lo criaba. Yo era tan tranquila que a mí me decían: tú por qué eres así, no tienes alma. Cuando me encontraba por la calle con una mujer de esas, avispadas, me decían cosas de él, yo se las comentaba y me respondía: ¡No le pares bola, Rosita! Lo mismo me decía su mamá cuando le comentaba lo que me decían por la calle”.

El sobrino de Luis Enrique, y miembro de su conjunto musical por muchos años, Sebastián "Chan" Martínez, confirma las debilidades de su tío con las mujeres, costumbre frecuente en los bohemios exponentes del folclor vallenato:  

“Luis Enrique fue mujeriego pero que nunca le conocí una querida, su primera mujer fue Natalí Romero, era de Fundación, con la que tuvo dos hijas: Edith y Gloria. Él tuvo cinco hijos por la calle, porque los demás fueron con la comadre Rosa. Mi comadre ayudó a criar a algunos de esos hijos, las mamás se los llevaron y ella los recibió tranquila y los crió. Uno de ellos era hijo de una muchacha de Chiriguaná y otro de El Difícil. Una vez fuimos a tocar a las fiestas de Fonseca y estuvo durante ese tiempo con una india, ella salió embarazada y después que parió fue a conocer la niña y se la trajo para donde mi comadre Rosa y ahí estuvo un poco de tiempo”, sigue contando Chan.

Rosalbina
Rosalbina

Por otra parte Rolsalbina narra como era su vida en las largas ausencias de su amado: “Natividad, la mamá de Luis Enrique me atendía como una hija suya, me daba de todo, estaba pendiente de mí cuando su hijo estaba por fuera de la casa. Ella fiaba, prestaba, hasta cuando él regresara”, dice Rosalbina con su voz lenta. 

“Cuando regresaba de sus corredurías me traía prendas de oro, ropa, zapatos, chancletas. Una vez me trajo un pote lleno de cadenas, aretes, pulseras de oro, que me robó una bandida, que dizque arreglaba prendas de oro, que era mujer de él”.

Luis Enrique le compuso algunas canciones a su esposa: ‘No sufras, Morenita’, ‘La Carta’, ‘Los caprichos de Rosa’, ‘Noticias negras’, ‘Mi negra querida’, de las que ella asegura las hizo cuando descubría que estaba enamorado de otra mujer. 

También le cantó a otras mujeres, Marta Elena, Maricela, entre otras, de las que dice Chan Martínez, lo inspiraron por el solo hecho de conocerlas. La primera era una mujer a la que conoció en Las Palmas, Bolívar, mientras que a Maricela en una parranda que tenía con Lucky Cotes en Riohacha, ella era de Chiriguaná y trabajaba en un almacén en Maicao. 

“El hacía canciones amorosas cuando una mujer le caía en gracia, o cuando un amigo se lo pedía, no necesariamente estaba enamorado, porque creo que de la mujer que siempre lo estuvo fue de mi comadre Rosa”, advierte Chan.

Ante la pregunta de su era cierta la historia de si ella le mandaba cartas a Luis Enrique, como él lo dice en la canción ‘La Carta’, respondió: “Él me escribía, me mandaba papelitos, yo le respondía. A veces me mandaba a buscar a un pueblo, nos veíamos y yo me regresaba. Él me sacaba, me llevaba para Nervití, donde una hermana y allá duraba bastante tiempo, esperándolo, hasta que regresaba y nos íbamos para El Copey. También me llevaba para donde algún compadre o comadre y les decía: ‘Ahí les dejo a Rosita para que la cuiden, yo regreso la otra semana’, y volvía a los tres meses por mí. Él era muy tranquilo”.

Luis Enrique consciente de sus largas ausencias cantó:

No sufras en mi ausencia 
que yo no me he quedado
Rosita de mi alma 
no esperes eso de mí
Yo te ofrecí un amor matrimonial
Y por eso tengo que venir.

“Lo que pasa es que Luis Enrique era como esa novela ‘El Águila Solitaria’, así era él”, asegura su sobrino Sebastián. “Él salía de su casa y no se preocupaba por volver. De lo que sí se preocupaba era de mandar plata, de llamar a mi comadre a un pueblo cercano, la veía y él pa adelante. Para regresar a su casa era trabajoso, le gustaba era andar de pueblo en pueblo, de fiesta en fiesta”. 

“Yo desde que él se murió he estado de duelo, me hace mucha falta”, dice su esposa, pensado en su ausencia definitiva, en el dolor que dejó en su corazón su partida final. Sabe que no hay esperanza de que vuelva, como lo hacía tras sus largas ausencias. Está consciente de que ya no volverá a entrar por la puerta de su casa con la tranquilidad del que sabe que en ella habitaba una mujer conforme, dispuesta a esperarlo, que lo amaba.

Ella, recordándolo, debe tararear esa canción que le compuso, con la que quizá se consuela: “Me mandó a decir Rosita, que ella siempre está de duelo, pero le mandé una carta escrita, pa que le sirva de consuelo. Deja esa tristeza, Rosita no llores…”.


LA BODA DE PLATA



La celebración de los 25 años de casados de Luis Enrique y Rosalbina contrastó con la sobriedad del día del matrimonio, para esta ocasión Luis Enrique ya era un reconocido juglar del Vallenato. Organizó una celebración de inmemorial recordación para el folclor, ya que a la misma se dieron cita los más importantes exponentes de esta música, la cual duró toda una semana, donde Martínez a pesar de ser un bebedor empedernido, procuró atender sobrio a los invitados de sus bodas de plata, celebración que además duró una semana. Ella, por su parte, no fue ajena a la organización, involucrándose en la preparación de las comidas de sus invitados.

En efecto el 8 de abril de 1972, la pareja compuesta por el acordeonista Luis Enrique Martínez y Rosalbina Serrano De Oro, celebraron en El Copey los veinticinco años de casados. Este invitó a la fiesta a sus amigos músicos, ganaderos, políticos, empresarios, comerciante de distintos lugares del Caribe colombiano y a todos los copeyanos.

Este, además de oferente, fue el organizador de la celebración, delegando en su familia algunas actividades. Ordenó la construcción de una enramada, de casi doscientos metros de largo, en el patio común de su casa y la de su madre Natividad Argote, para que los invitados permanecieran en ese lugar mientras esperaban la ceremonia religiosa que se realizó en la iglesia de El Copey.

Él se encargó de tres asuntos, columna vertebral de las festividad: el ron, la comida y la música. Los patrocinadores del licor fueron sus amigos: Andrés Pérez, químico de la industria licorera del Magdalena, quien le donó varios toneles de ron Centenario, y Eduardo Dávila. Fue tanto el trago que se bebió en esa fiesta que Rosalbina asegura que corrían ríos de ron. 

Las reses para la comida fueron donadas por: Tito y Tobías Pumarejo, Sinforiano Restrepo y Toño Andrade. 

La música estuvo a cargo de los hermanos Luis Enrique y Chema Martínez; de su sobrino el "negrito" Villa; Andrés Landero; Juancho Polo Valencia; Abel Antonio Villa; Alejandro y Nafer Duran; Colacho Mendoza, Pacho, Pachito y Alberto Rada, y los hermanos López, entre los conocidos.

En la ceremonia religiosa Luis Enrique lució un vestido entero gris y ella un traje ceñido al cuerpo que le habían confeccionado para la ocasión, y parte de las alhajas de oro que su esposo acostumbraba a regalarle. Después de la misa sonaron voladores y otros juegos artificiales dispuestos para esta fecha.

Tras la ceremonia religiosa los invitados y parte de los habitantes de El Copey se reunieron en la caseta central para escuchar y bailar al son de todos los conjuntos vallenatos que amenizaron la fiesta. Festejo que se extendió hasta la cinco de la mañana cuando la mayoría de los presentes abandonaron ese lugar, entre ellos el médico Rodrigo Vives Echeverría. Sin embargo, eso no significó que la celebración terminara, continuó por el resto del día y de la semana en el patio de la casa de la pareja.

La música interpretada por Landero, los Rada, los Martínez, Abel Antonio, Juancho Polo, entre otros, los hermanos Lopéz, sirvió para amenizar la parranda en la que también participaron personas que llegaron de distintos lugares del Cesar, La Guajira, Bolívar y Magdalena, Bogotá. Semana en la que unos se iban y otros llegaban.

También estuvieron algunos compositores, entre ellos: Fredy Molina, Adolfo Pacheco, y Armando Zabaleta, quien en el marco de la celebración compuso la canción "Las Bodas de Plata", que cantó a los esposos, la que grabaron los hermanos López con la voz de Jorge Oñate.

LAS BODAS DE PLATA

En las bodas de plata

de Luis Enrique y Rosalbina
Se hizo una fiesta muy linda
con música vallenata

Sus amigos y sus amigas

también fueron a su casa
Sus amigos y sus amigas
todos fueron a su casa (Bis)

En esa fiesta bonita

sonaron todos los acordeones,
haciéndoles honores
ha Enrique y a Rosita

Y luego el cura en la misa

los colmó de bendiciones (Bis)

Este es un día sagrado

pa' Luis Enrique pa' Rosalbina
Tienen que recordarlo
mientra existan en la vida

Porque lo que es 

apreciado compadre
eso nunca se olvida.

Porque lo que es 

apreciado compadre
eso nunca se olvida (Bis)

En esa boda de plata

le regalaron cosas muy lindas
De San Jacinto Bolívar
le trajo Adolfo una hamaca
Pa' que se meta en su casa

Enrique con Rosalbina (Bis).


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