julio 26, 2025

LA MARCHA DEL HAMBRE: 1966

 

La Marcha del Hambre de 1966 fue una protesta social liderada por maestros y maestras del departamento del Magdalena en Colombia. Iniciaron una caminata desde Santa Marta hasta Bogotá para exigir mejores condiciones laborales y salariales, así como soluciones a las problemáticas sociales y educativas que enfrentaban. La marcha, que duró 28 días, se convirtió en un hito en la lucha por los derechos de los educadores y la dignificación de la educación pública en el país.
Antecedentes:
  • En 1966, los maestros y maestras del Magdalena enfrentaban una grave crisis: falta de pago oportuno de sus salarios, deficiencias en la profesionalización, y la ausencia de un sistema nacional de educación. 
  • La situación económica y laboral era tan precaria que, en algunos casos, se les pagaba con bebidas alcohólicas, y las escuelas tenían condiciones físicas deplorables. 
  • La marcha fue una respuesta a esta situación, buscando visibilizar la problemática y exigir soluciones al gobierno nacional. 
Desarrollo:
  • La marcha comenzó el 24 de septiembre de 1966 en Santa Marta, con entre 400 y 800 maestros y maestras. 
  • Recorrieron aproximadamente 1600 kilómetros a pie, enfrentando adversidades climáticas y agotamiento físico. 
  • Los manifestantes encontraron solidaridad y apoyo a lo largo del camino. 
  • El 21 de octubre, 86 maestros llegaron a Bogotá y se dirigieron a la Plaza de Bolívar, donde fueron recibidos por una multitud. 
Impacto:
  • La Marcha del Hambre tuvo un impacto significativo en la sociedad colombiana y en las políticas educativas. 
  • El gobierno se vio obligado a tomar medidas, como aumentar el presupuesto educativo, reorganizar el Ministerio de Educación y promover la profesionalización de los docentes. 
  • La marcha se convirtió en un referente para la lucha por los derechos de los trabajadores y la defensa de la educación pública. 
  • Se considera un hito en la historia de la educación colombiana, demostrando la importancia de la unidad, movilización y lucha del magisterio.

Cuando el Hambre Impulsó 
la Educación en Colombia


En la historia colombiana, existen eventos que resonaron en la conciencia nacional, dejando una huella indeleble en la senda de la justicia social. Uno de ellos, sin duda, fue la "Marcha del Hambre" de 1966, una gesta heroica protagonizada por un magisterio olvidado que, desde las polvorientas calles de Santa Marta, se atrevió a desafiar el statu quo y a exigir la dignidad que les había sido arrebatada.

Para comprender la génesis de esta marcha, debemos sumergirnos en el complejo tejido social y político de Colombia a mediados de los años sesenta. El país vivía bajo el amparo del Frente Nacional (1958-1974), un pacto bipartidista diseñado para aplacar la violencia política, pero que, en la práctica, generó una exclusión de voces y una perpetuación de las élites en el poder. Si bien se buscaba la estabilidad, la realidad económica y social para amplios sectores de la población era precaria. La inflación, los bajos precios del café y una política económica que no lograba traducir el crecimiento global en bienestar para las mayorías, generaban un caldo de cultivo para el descontento.

En este panorama, el departamento del Magdalena, como muchas otras regiones periféricas, padecía de manera aguda las falencias de un Estado centralista. La administración departamental, en muchos casos, era un nido de ineficacia y corrupción, donde los recursos destinados a servicios esenciales se desviaban y la politiquería campaba a sus anchas. La educación pública, pilar fundamental para el desarrollo social, era una de las grandes damnificadas.

Los maestros del Magdalena, custodios del saber y formadores de la juventud, se encontraban en una situación desesperante. No se trataba de una simple queja salarial; era una cuestión de supervivencia. Los pagos de sus salarios se retrasaban indefinidamente, sumiendo a sus familias en la más absoluta miseria. Los tenderos y comerciantes les negaban el crédito, sus hogares eran amenazados con el desalojo por falta de pago de servicios públicos y el hambre se había convertido en un comensal habitual en sus mesas. La dignidad de su profesión, su valiosa labor social, se veía pisoteada por la indolencia y la negligencia gubernamental.

Esta situación insostenible llevó al magisterio del Magdalena a un punto de quiebre. En marzo de 1966, se declararon en paro, una medida desesperada para llamar la atención sobre sus peticiones. 

Si bien el paro logró, en algunas regiones, el pago de salarios adeudados, en el Caribe colombiano, la respuesta oficial fue el silencio y la indiferencia. 

Fue entonces cuando, en asambleas acaloradas y deliberaciones cargadas de frustración, surgió la idea, audaz y casi impensable para la época: una marcha a pie desde Santa Marta hasta la capital, Bogotá, para llevar su "hambre" y sus demandas directamente al presidente.

A muchos educadores les adeudaban hasta 10 meses de salario, y no tenían como sostener a sus familia.

Este hecho trascendió el ámbito regional y constituyó un hilo en las luchas del magisterio colombiano en procura de su reconocimiento corno profesionales de la educación en un momento en que ésta era manejada al acomodo y para el beneficio de los políticos regionales que, aprovechando la ausencia de políticas educativas nacionales claras, era dirigida y administrada por los criterios y estilos de los gobernantes regionales, costumbre bastante arraigada y extendida hoy a los ámbitos de la actividad política y económica.

Pero, ante todo, fue la presión de la difícil situación económica el elemento detonante que empujó a los maestros a abandonar las aulas y emprender una jornada de tomas de instalaciones públicas, huelgas, marchas por las calles y, finalmente, tomar la ruta de las carreteras del país, a pie, rumbo a Bogotá. De allí el nombre de Marcha del Hambre.

La Marcha del Hambre sobrepasó los intereses meramente económicos, forjando un cambio social a largo plazo que despertó una nueva era para las reivindicaciones y conquistas de los y las educadoras y la educación pública del país.

La decisión de emprender este periplo de más de 1.600 kilómetros, a pie y en condiciones rudimentarias, no fue tomada a la ligera. Significaba dejar atrás sus hogares, sus familias, y enfrentar un camino incierto, lleno de peligros y privaciones. Sin embargo, la desesperación era tal que la "idea firme de marcha" se impuso sobre cualquier duda. Se trataba de un acto de fe en la justicia, una última esperanza para ser escuchados.

Impulsores

La Marcha del Hambre no fue un movimiento espontáneo y desorganizado. Contó con líderes visionarios y valientes que, a pesar de los riesgos, asumieron la vanguardia de esta epopeya. 

Figuras como Adalberto Carvajal Salcedo, entonces presidente de FECODE, se erigió como la voz influyente y abanderada de la movilización, dirigiendo y manteniéndola a lo largo de todo su recorrido.

  • Eliecer Joaquín Avendaño Restrepo: Maestro, participante destacado, quien años más tarde ha recalcado la importancia y el simbolismo de la marcha.

  • Rafael Roberto Hernández Pacheco: Conocido como “El Caminante Heroico”, es reconocido como promotor y figura clave en la organización de la marcha y en la sociedad de educadores del Magdalena (EDUMAG).

Algunas maestras con registro de protagonismo son:

  • Isbelia Quinto de Fernández, Rosa Arroyo, Elida Jiménez, Graciela Vega, Consuelo Lozano.


    Otros participantes: Santiago Zuñiga, Carmen Cantillo, Carmen Charris, Maria Granados, y su hermano Pablo Granados, Felicidad Monsalvo (cienaguera), Enilda Gamez (cienaguera), Graciela Vega (cienaguera), Josefa Pabón (Cienaguera), Álvaro Vásquez (Santa Marta), Carmen Pinedo (Cienaguera), Alberto Mendoza, Edulfa Líbano, Marina Garcia (cienaguera), Rita de Campo (cienaguera), Carmen de Torres y Maria Torres ( madre e hija cienagueras), José Barros, José Maria Acosta (cienaguero).

El 24 de septiembre de 1966, entre 400 y 800 maestros, con sus escasas pertenencias y la moral inquebrantable, partieron de Santa Marta. La travesía fue una prueba de resistencia humana. El clima inclemente, el agotamiento físico y la incertidumbre del camino mermaron el número de participantes a lo largo del recorrido. 

Al llegar a Fundación, el contingente se había reducido considerablemente, pero la llama de la protesta seguía encendida. Finalmente, el 21 de octubre de 1966, después de 28 días de caminar incansablemente, 86 maestros, 50 de ellos mujeres y 36 hombres, arribaron a la Plaza de Bolívar en Bogotá. 

La imagen de estos educadores, delgados, exhaustos pero con la frente en alto, conmovió a una nación. La plaza se encontraba abarrotada, demostrando la solidaridad y el apoyo que habían cosechado a lo largo de su recorrido.

Logros


La Marcha del Hambre trascendió el ámbito de una mera reivindicación laboral para convertirse en un poderoso símbolo de protesta social. Los maestros no solo exigían salarios; clamaban por una educación digna, por la profesionalización de la carrera docente, por un estatuto docente que les brindara garantías y por un mayor presupuesto para la educación pública. Su gesta expuso la profunda brecha entre el discurso oficial y la cruda realidad que padecían millones de colombianos.

Los frutos de esta marcha fueron significativos y de largo alcance. En primer lugar, la visibilidad. La "Marcha del Hambre" generó un estupor nacional e internacional, obligando al Gobierno de Carlos Lleras Restrepo a prestar atención a una problemática que hasta entonces había sido ignorada. Se logró una audiencia con el presidente, un paso crucial para la negociación.

En segundo lugar, se obtuvieron logros concretos en materia de reivindicaciones. La marcha contribuyó a la reestructuración del Ministerio de Educación, a la evidencia de la precarización laboral que sufrían los docentes y a un incremento en el presupuesto destinado a la educación. Además, sentó las bases para la cualificación y capacitación de los docentes, reconociendo la necesidad de una profesionalización que dignificara su labor.

Entre las principales reivindicaciones derivadas del Marcha del Hambre podemos destacar, la creación de los Fondos Educativos Regionales, FER, y las bases fundamentales para la expedición del Estatuto Docente, logro que se concretó 13 años después con el Decreto Ley 2277 de 1979, norma que avanzó de manera enorme en las garantías de una estabilidad laboral para el gremio docente.

Pero más allá de los acuerdos inmediatos, la Marcha del Hambre sembró semillas de un cambio más profundo. Fue el punto de inflexión que marcó el despertar del magisterio colombiano. Los maestros comprendieron el poder de la movilización organizada y la importancia de la unidad para la defensa de sus derechos. La marcha se convirtió en un referente, un modelo de lucha que inspiraría futuras movilizaciones y la consolidación de FECODE como un actor clave en la defensa de la educación pública.

Es fundamental destacar el protagonismo femenino en esta gesta. En una sociedad donde los roles de género estaban rígidamente definidos, la participación masiva y el liderazgo de las maestras en la marcha fue un acto de audacia y empoderamiento. Ellas, que enfrentaban la doble carga de su profesión y las responsabilidades del hogar, se atrevieron a desafiar las convenciones y a demostrar que la lucha por la dignidad no tiene género.

La Marcha del Hambre de 1966 es, por tanto, mucho más que un capítulo en la historia sindical. Es una epopeya que nos recuerda la capacidad de resistencia del pueblo, la importancia de la educación como pilar de la sociedad y el poder transformador de la movilización social cuando el hambre, en su sentido más amplio —el hambre de justicia, de dignidad y de un futuro mejor—, impulsa los pasos de aquellos que se niegan a ser olvidados. Su eco resuena aún hoy, recordándonos que los derechos no son dádivas, sino conquistas labradas con el sudor y la valentía de quienes se atreven a marchar.


Testimonios



La protesta social partió con 800 docentes desde Santa Marta a Bogotá y culminó en una audiencia con el entonces presidente Carlos Lleras Restrepo.

Hace 54 años, con la consigna “Por Colombia, por la educación… ¡hasta la muerte!”, 800 maestros del Magdalena iniciaron una marcha desde Santa Marta hasta Bogotá, para exigirle al entonces presidente, Carlos Lleras Restrepo, visibilizar y dar solución a las problemáticas sociales, económicas y educativas por las que atravesaba el gremio de educadores.

La histórica y heroica protesta la llamaron crudamente, ‘La Marcha del hambre”. De los 800 manifestaron que partieron solo 86 llegaron a la capital, 50 mujeres y 36 hombres, los otros sucumbieron por el clima y las agotadoras jornadas a pie.Lea también…

El detonante de la movilización resultó la deuda de nueve y diez meses de salarios. Era tan degradante y humillante la situación laboral de los docentes, que la gobernación les pagaba con cajas de Ron Caña.

Además, las escuelas estaban en pésimas condiciones físicas, lo que repercutía en la calidad y rendimiento académico.

La educación era manejada al acomodo y para beneficio de los políticos regionales.

En la antesala de la “Marcha del hambre” hubo protestas locales como paros, movilizaciones por las calles, tomas de colegios y bloqueos en lugares estratégicos.

La movilización hacia Bogotá partió desde la Catedral Basílica de Santa Marta el 24 de septiembre de 1966, y culminó en la plaza de Bolívar de Bogotá, el 21 de octubre, 27 días después. 

Relato de Isbelia Quinto de Fernández. 

Este suceso trascendió el ámbito regional y se constituyó en noticia nacional e internacional, pero –además– resultó un hito en las batallas del magisterio colombiano por la reivindicación de sus derechos.

Fue un capítulo aparte en las luchas populares de la clase trabajadora de América Latina, y tiene a Isbelia Quinto de Fernández como una de sus principales figuras.

Para iniciar rememora la inclemencia del tiempo, las carreteras destapadas, el frío, la lluvia, dormir sobre periódicos, la sed y el hambre.

“Recordar todo esto me hace vibrar la sangre”, dice con la misma entereza que tuvo hace 54 años para sumarse a la gigantesca movilización.

En su memoria guarda retratada la atrevida aventura, cuando con 20 años trabajaba en la Escuela 11 para Niñas, de Ciénaga.

“Fue un suceso tan extraordinario que ni siquiera los que participamos fuimos capaces de creer que se iba a dar en la forma en que se dio”, manifiesta.

“Llegamos a pensar que en el camino nos detuvieran para decirnos: ‘Aquí está la plata, regresen que vamos a negociar’. Pero no fue así, los maestros nos quedamos esperando ese aviso”.

Recuerda que salieron de Santa Marta, pasaron por El Rodadero, Gaira, y llegaron a Ciénaga, donde pernoctaron. Durmieron en diferentes casas. 

Rafael Hernández, el vocero principal, los citó para el día siguiente a las 3:30 de la mañana.

“A esa hora salimos rumbo a Fundación. Era horrible porque la carretera estaba muy mala. Había mucho sol y para protegernos nos colocamos hojas de matarratón en la cabeza, debajo de los sombreros”, anotó.

En Fundación muchos ya no podían dar un paso más. “Los pies eran sangre y vejigas. Nos curábamos con agua caliente, algunos tiraron la toalla y se devolvieron. Quedamos como 100 personas”, precisó.

Rafael Hernández, según Isbelia Quinto, “el alma de la marcha”, les alentaba: “Nunca emprendan un camino que no vayan a terminar”.

También pregonaba: “El que está aquí caminando es porque es un verraco, el que no que se devuelva”. “En ese momento yo dije, para atrás, ni para coger impulso”, rememora la profesora.

Cuando llegaron a Arcabuco, en Boyacá, luego de pasar el Chicamocha, fue el momento más difícil y temeroso. Era una carretera de abismo de lado y lado.

“Decidimos continuar el viaje por la noche, con lámparas para la niebla, tiritando del frío y tomados de la mano, haciendo una cadena”.

Manifestó que lo más hermoso fue la llegada a Bogotá en horas de la tarde, pero la víspera tuvieron una agradable e inimaginada sorpresa.

“Nos acostamos, y a eso de las 11 de la noche nos despertó el sonar de guitarras. Eran Garzón y Collazos en persona, el famoso dueto de música colombiana llegó al sitio y nos puso serenata y juntos cantamos ‘Negrita’, ‘Espumas’ y otros temas. También nos cantó la tuna de Bogotá. Eso fue emocionante y nos dio vida, pues éramos unos espíritus agotados que casi no podíamos más”.

“A la mañana siguiente nos levantamos briosos. El Ejército nos abría camino porque había mucha gente. Todos nos querían abrazar, nos aplaudían”.

El grupo llegó a la Plaza de Bolívar y no podía entrar por la cantidad de gente que los esperaba.

“En un momento escuchamos a través de un megáfono una voz que decía: uno, dos y tres, y nos alzaron en hombros”.

Isbelia narra también que cuando iban a ingresar al Capitolio todos corearon el estribillo: “Por Colombia, por la educación… ¡hasta la muerte!”.

Anécdotas

Los maestros sufrieron por el frío, lodo y lluvias, pero pudieron más las ganas por exigir sus derechos.

Cuentan que la profesora Carmen Charris sufrió un desmayo durante la entrevista con el presidente Carlos Lleras Restrepo y que Carmen Ariza, la profesora de mayor edad en el recorrido, al llegar a Bogotá le tocó cargar en hombros a Carmen Ariza de Leyva, quien tenía los pies ampollados.

Rebeca Hernández de Rosado, debido al cansancio extremo de jornadas largas a pie, tuvo que retirarse de la marcha el 19 de octubre, en el tramo Chocontá-Tocancipá, en medio de lluvia y granizo.

El docente y escritor Osvaldo Manjarrés fue testigo del arranque de la ‘Marcha del Hambre’. Estudiaba en el colegio Hugo J. Bermúdez, y con otro compañero pidieron permiso al rector, Anciolino Vives, para observar la partida de los docentes. “En aquella época ya comenzaba plenamente el rechazo a un sistema educativo no propio para una juventud y sociedad que analizaba los alcances educativos en países de Europa”, indicó. Agregó que “por eso los maestros reclamaban el justo sitio que les correspondía como educadores colombianos. Ya pensaban, sin profunda ideología política, en una educación progresista y futurista, en un salario digno y en un bienestar de salud”.

Isbelia Quinto de Fernández
lee a su nieto:
la Marcha del Hambre,
de Rafael Hernández.


HEROÍNA DEL MAGISTERIO COLOMBIANO.
Isbelia Quinto de Fernández,
fallecida 2 de diciembre 2024, en Santa Marta.

Partícipe principal de La Marcha del Hambre 



Ver también:


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