febrero 12, 2017

LA BONANZA ALGONODERA EN ALGARROBO

El Oro blanco se esfumó


Es un semilla de color marrón, el cual cubre una suave, blanca y pálida fibra, hizo que los dedos de las manos de Luis Flórez, estuviera rasgados y calloso, en su niñez, por el proceso de siembre de algodón en el país, especialmente en el Magdalena, departamento que fue primogénito en el año 1966 en exportar este mercado al famoso y reconocido continente de Europa.

Cuenta Flórez, que en la edad de 13 años, trabajaba en una finca donde tenía que recoger o sacar el algodón de un duro y fuerte cascaron que lo cubría cuando el sol calentaba, por lo que asegura, al momento de recordar, que prefería madrugar antes que la mañana se asomara, para poder realizar su labor con menos dolor en los dedos de las manos, y así lograr sacar el algodón con más facilidad.

En su momento benefició grandemente la economía regional para sacar triunfante la tesis de integración agrícola con la exportación agrícola de productos cultivados en el departamento tal como banano, algodón, café y tabaco.

Se trató de doble éxito por cuanto no solamente se logró que el algodón producido en el Magdalena se comprara en los mercados internacionales, si no que fuera exportado por el puerto de Santa Marta.

El barco Marins Kou de la Flota Mercante Grancolombiana, zarpó del puerto samario llevando 2.100 pacas de algodón, con un peso de 529. 413 kilos.

LA DECADENCIA DEL ALGODÓN

1969, puede considerar el principio del fin de la bonanza algodonera en el Magdalena, un incendio donde acabó con varios millares de pacas de algodón en los muelles del puerto de Santa Marta, determinó que las compañías aseguradoras vetaran el puerto samario, por no ofrecer aparentemente las garantías de seguridad de las mercancías.

15 años después de aquel suceso, reanudaron las exportaciones vía marítima, el primer despacho después de este prologando lapso, comenzó a embarcarse el 22 de junio del año 1981, en el vapor "Andes". En total la carga fue de 7 mil pacas equivalente 1.610 toneladas por el valor de 140 millones de pesos, según el informe entregado por Agromag, la firma dedicada al cultivo y mercadeo de la fibra y que hizo posible que las agencias aseguradoras levantara el veto.

Luego que se reanudaron las exportaciones de algodón por el puerto de Santa Marta, adquirió perspectiva de aumentar su actividad operacional, la cual se había visto menguada a raíz de haber mermado el movimiento de barcos.

Algarrobo, el fortín algodonero


Manuel Joaquín Estrada Reyes, salió de su casa en San Jacinto, Bolívar a sus 21 años llevándolo a las tierras del municipio de Algarrobo en el año de 1950.

Estrada Reyes, es uno de los pocos testigos y protagonista vivos de "la fiebre blanca" del algodón, que se tomó esta región del Magdalena.

Y es que el cultivo de algodón ocupó el segundo renglón en la economía nacional, después del café; abasteció dos terceras partes de la industria manufacturera del país y cerca de una cuarta parte de la sector de grasa y aceites.

Así mismo, su cultivo llegó a ocupar estacionalmente cerca de 480.000 trabajadores en su pico más alto de su producción durante la época de su cosecha; consumiendo el 70% de los agroquímicos y el 30% del crédito destinado al sector agropecuario.

El algodón llegó a Algarrobo en 1955, cuando desplazó el cultivo de yuca y maíz, recuerda don Manuel. Era tal el movimiento económico en esta población que a pesar de ser corregimiento de Fundación para ese entonces, poseía una entidad Bancaria.

En ese entonces 5.000 hectáreas se sembraron en la región, donde la finca “España”, lideraba la producción algodonera con 600 hectáreas, seguida de la finca algodonera, “El Chicoral”, de Eduardo Sierra y la finca “La Reserva”. Su cultivo llegó a ocupar miles de trabajadores durante épocas cosecha, tanto es así que 1960, se instala la primera entidad bancaria en Algarrobo, como resultado del crecimiento económico y una Planta Desmotadora que transformaba la fibra.

Manuel trabajó en la finca España, que lideraba la producción algodonera del municipio con 600 hectáreas sembradas. Estrada Reyes decidió radicarse en el municipio que lo vio llegar con una pequeña maleta.

La "fiebre blanca" tuvo su esplendor de 1950 a 1979, debido demanda de los mercados internacionales y de la industria colombiana. Para esta época el Caribe colombiano producía el 75% de algodón del país.

Sin embargo, el auge del cultivo de algodón decreció y fue entre 1977-1979, cuando se inició su crisis que a la postre acabaría con la "fiebre blanca", hasta reducir completamente su producción a comienzo de 1990. Tiempo, que se inició la apertura económica y la implementación del modelo de globalización.

Fue entonces, que la fibra de algodón quedó relegada. A pesar de ello, hoy el 80% de su cultivo es de origen transgénico, el mismo que ha causado varios cuestionamientos por los expertos en el mundo, ya que según ellos, trae graves riesgos a la salud humana.

De tal manera, que la apertura económica iniciada en el gobierno del expresidente César Gaviria, acabó con los últimos y esporádicos cultivos de los departamentos Magdalena, Valle y Tolima.

Recolectores de algodón 
en Algarrobo

En el año 1970 había bonanza en esta región, pero factores entre los que se cuenta caídas del precio, mermaron el esplendor algodonero que tuvo vigencia hasta el año 1980; producción que se redujo considerablemente a comienzo de la década de 1990, cuando habían cultivadas pocas hectáreas.

La Apertura Económica empezó a golpear a los productores, de conformidad por lo expresado en 1992, por la Junta Directiva de la Federación Nacional de Algodoneros (Federalgodón). Otras amenazas que golpearon el desarrollo algodonero fueron las sequías producidas por el Fenómeno del Niño, la presencia guerrillera en las zonas de producción y la infertilidad de las tierras ocasionadas por frecuentes fumigaciones.

En Algarrobo, para Manuel Joaquín Estrada Reyes, los algodoneros libraron una feroz lucha contra el "picudo" conocido científicamente con el nombre de anthonomus grandis, un letal insecto que atacaba despiadadamente y sin tregua la planta. Para contrarrestar el pequeño animal se fumigaba hasta 18 veces sin resultado alguno y finalmente la producción presentaba reducciones considerables.

Pero el remedio fue peor que la enfermedad, ya que las permanentes fumigaciones sin resultado alguno, afectaron la fertilidad de las tierras. “El Picudo” y “El Coquito”, fueron descubiertos en el año 1932, y comenzaron hacer daño en la región del Magdalena, a partir de la década de 1950. De esta forma, una hectárea que arrojaba normalmente tres toneladas pasó a una, dejando ostensibles pérdidas para quienes se dedicaban a su cultivo, haciendo esta actividad inviable económicamente.

A comienzos del año de 1996, los cultivadores piden ayuda de 40 millones de pesos al Gobierno Nacional, para el arreglo y funcionamiento de la Planta Desmotadora que se encuentra en el municipio de Algarrobo; maquinaria que no solo pertenecía a la población magdalenense, sino que brindaba beneficio municipios pertenecientes al Departamento del Cesar. Ante los oídos sordos del Gobierno Nacional, se recuerda el cierre de la Planta Desmotadora, a finales del año 1996. Según un estudio realizado por la Secretaría de Agricultura del Magdalena, los cultivos de algodón mermaron su producción en un 100 por ciento en los años 1997 y 1998.

Después de un receso de cerca de 10 años, volvió el cultivo de algodón al municipio de Algarrobo, ocurrió en el año 2001, cuando fue sembrada un área de 700 hectáreas.

Actualmente el algodón es un recuerdo en el último municipio algodonero del Departamento del Magdalena; periodo que duró más de 30 años en Algarrobo y concluyó con la llegada de la agricultura de palma de aceite, la ganadería extensiva y la agroindustria. Solo queda el recordatorio en la parte inferior del Escudo Municipal, una mota de algodón la cual representa la contribución de este cultivo en la economía municipal.

Por Kareydis Sierra


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