junio 24, 2014

DARLE DE BEBER A LOS DIFUNTOS

Una antigua costumbre de darle de beber a los difuntos se vive en Fundación


En las tumbas no solo hay flores, también vasos de agua para calmar la sed de los difuntos

Los habitantes de Fundación, Magdalena, sacian una ‘última necesidad’ a sus muertos: la sed. Para ello, unos vasos de cristal con agua en su interior son puestos junto a las tumbas de los niños que fallecieron en el incendio de una buseta el pasado 18 de mayo. “Con tanta candela que hubo ese día, seguro murieron sedientos”, dice una mujer que visita el campo santo. 
Y es que en el cementerio Ángeles de Luz, donde fueron sepultadas 28 de las 33 víctimas mortales de este siniestro, hay decenas de vasos con agua. Unos están puestos en el piso y otros amarrados con alambre a unos pequeños clavos que están incrustados en las lápidas donde yacen los cuerpos de los niños que murieron calcinados.
El propósito de su ubicación allí, según los fundanenses, es para que los fallecidos puedan calmar su sed cuando visiten el lugar.
Xiomara Arévalo, madre de una de las víctimas, dice que el ánima –el alma del difunto– “llega sedienta” al cementerio, a la casa en la que vivió y al sitio donde murió. Ella cuenta que va casi todos los días al cementerio a revisar que estén en su lugar las flores artificiales que puso en la sepultura de su hija el día del entierro y a cambiar el agua de los recipientes porque esta, con el pasar de los días, “coge mal sabor”.
En Fundación es común encontrar en estos tres sitios, incluyendo el lugar donde ocurrió el incendio, estos vasos que pasarían por desapercibido ante los ojos de cualquiera que sea ajeno a esta creencia. “Ellos sí llegan. En la casa uno se da cuenta que el nivel del agua va bajando cada día”, asegura Xiomara.
Ella sigue con su relato, en un tono de esperanza y alivio, hablando de una realidad casi mágica donde los difuntos visitan a los vivos, como si su hija Marina Toncel, que murió de siete años de edad, siguiera visitándola cuando tiene sed.
En el pueblo no todos creen en la veracidad de esta ‘tradición’. Algunos dicen que si baja el nivel del agua en el vaso es por los casi 35º C que a diario azota al Municipio y que influyen en la rápida evaporación del líquido.
“Es una vieja creencia, un mito”, dice Efraín Contreras. Como escribió Gabriel García Márquez, en boca de su personaje José Arcadio Buendía, en uno de los capítulos de Cien años de soledad, “Los muertos no salen. Lo que pasa es que no podemos con el peso de la conciencia”.

Los padres de Yireth Molano, uno de los ‘angelitos’, cambian con frecuencia el líquido.



“Sentimientos ligados”. A la entrada de la casa de Rosa Meza hay una pequeña repisa que soporta las fotos de sus dos hijas, las únicas que tenía y que murieron calcinadas en el bus. Su vivienda es pequeña, humilde y no tiene paredes que separen los cuartos de la cocina o del baño.
Ella cuenta que a los tres días de haber ocurrido la tragedia, que le arrebató a Keisy y a Keilyn, empezó a colocar los vasos con agua frente a las fotografías de sus hijas, unos vasos que la única característica que requieren es que sean de vidrio.
“Les coloco agua y un ‘algodoncito’ porque ellas son angelitos y los angelitos no beben sino que absorben. Incluso, el nivel del líquido del recipiente de una de las niñas siempre baja más rápido que el de la otra, por eso creo que es verdad”, dice.   
Trudis Ibarra, quien es psicóloga especialista en salud mental, considera que estos son ritos que expresan el anhelo de los familiares por seguir comunicándose con el fallecido.“Se asocia con una ayuda para que el espíritu mitigue su sed en el viaje a otra dimensión, son creencias que se remontan a nuestros antepasados”, explica.
El sacerdote Simón Pérez cuenta que estas creencias hacen parte de las concepciones religiosas populares que se dan en la realidad latinoamericana. “Contrario a esto, en el cristianismo evangelizamos que quienes mueren, parten a la presencia de Dios”.
Comenta que este es un sentir religioso que busca conservar ese vínculo con el otro a través del suministro del agua. “La familia tiene sed de que su ser esté con ellos, pero tiene la conciencia de que este debe continuar su viaje”. 
Sin velas. Los padres de los ‘angelitos’ que consideran veraz esta creencia popular dicen que a los niños no les pueden poner velas, pues la esperma “es para los adultos”.
Por eso han retirado los cirios del suelo del cementerio, de las casas y del lugar del accidente, donde realizan los homenajes a los niños.
Los jóvenes e infantes que visitan el punto de la tragedia o el cementerio creen que sí es posible que lleguen las almas a tomar el agua que les ofrendan, como es el caso Jesús Manuel Canedo, de 12 años, quien llegó desde Valledupar en compañía de su abuela porque quería rezar en las tumbas de aquellas víctimas.
Madres como Rosa o Xiomara, sin importarles lo que el resto opine, dicen que continuarán poniendo agua a sus ‘ángeles’, hasta que consideren suficiente, “porque a las ánimas también les da sed”.

POR: 

VANESSA SALDARRIAGA







.



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Escribenos: esquinadelprogreso@gmail.com