octubre 04, 2025

NICO: ÍCONO DEL GUINEO

 Nicolás Pino Fontalvo
Un ícono de Fundación



Nicolás Pino Fontalvo, conocido por todos en Fundación como Nico, es sinónimo de generosidad, sonrisa, buen humor y alegría. Su historia de vida es un testimonio del espíritu emprendedor y la resiliencia que caracteriza a tantos colombianos.

Primeros años

Nació en el 19 de noviembre de 1948, en el municipio de San Estanislao de Kostka, más conocido como Arenal, en el departamento de Bolívar.

A los siete años, su padre, que trabajaba en fincas cercanas a Santa Rosa de Lima, (corregimiento de Fundación), lo mandó a buscar para que ayudara a una señora a cuidar su bebé recién nacido. Esta mujer atendía la alimentación de unos doce campesinos en una finca del sector y no contaba con nadie que le colaborara con su hijo. Su papá le puso como condición a la señora que no le pagara, solo que le brindara alimentación. Nico llegó a consumir hasta seis platos diarios, lo que le hizo adquirir pronto una apariencia robusta a su corta edad. Al tiempo enfermó su papá y volvieron a Arenal.

A los diez años regresó con su padre y hermanos a otra zona rural del municipio de Fundación, en esta ocasión al entonces corregimiento de Algarrobo, para laborar como jornalero en fincas dedicadas al cultivo de algodón. Era la época inicial de la bonanza de este cultivo, en tierras que apenas se estaban civilizando, llenas de montaña (vegetación silvestre y nativa). Los trabajadores costeños eran pocos; la gran mayoría eran cachacos (oriundos del interior de Colombia). Los encargados de estos predios le asignaron el oficio de arrancar bejuco y le pagaban por ello un jornal de cinco centavos, mientras que a los adultos les pagaban diez centavos. Fueron años duros para este adolescente que tenía que esperar la época de diciembre para poder volver a su pueblo y estar con su familia.

Estando en Algarrobo, y con solo trece años conoció a una barranquillera con la que se fue a vivir inmediatamente, de cuya unión nacieron siete hijos.

Llegada a Fundación

A los catorce años, y con su mujer embarazada, Nico y su familia estaban teniendo dificultades para sobrevivir, el cultivo de algodón era por ciclos; habían días en que se quedaban sin hacer nada y esta circunstancia los obligaba a pasar física hambre. Su padre a quien le decían Pino, le propuso a Nico irse a vivir a Fundación, ya que había observado su gran dinamismo comercial, en espacial que los camiones de yuca que llegaban al mercado necesitaban transporte interno. Ellos tenían una carretilla de madera de dos brazos y una rueda, y con esta se podían dedicar al traslado de esas talegas del tubérculo. 

En efecto, Nico hizo su primer viaje al segundo día de llegado a Fundación, tomó un bulto de yuca y sin mucha pericia en el manejo de carretillas emprendió su nueva vida desde el mercado público de la carrera 9, hasta el barrio Quija Quieta, por lo que le dieron 10 centavos.

Luego, le salió una clienta en el antiguo mercado de Fundación, que quedaba en lo que hoy es la Casa de La Cultura, en la calle 4, a orillas del Río Fundación. Le propusieron darle un dinero para que comprara la Yuca en el nuevo mercado, y se lo transportara en su carretilla. Nico, por miedo a que se le perdiera el dinero, no aceptó, pero al comentarle a su papá, éste se interesó por la propuesta y se hizo cargo, de tal suerte que el Sr. Pino compraba con el dinero de su clienta veinte talegas de yuca a los campesinos de Medialuna después de regatiar con ellos el precio, y se la vendía a la dueña del dinero en 15 pesos, y de ese negocio Nico se ganaba 10 centavos por el traslado del producto en su carretilla. 

Fruto de su actividad con la carretilla compraron luego un ferri (carreta de 3 ruedas), y más tarde lograron adquirir 4 ferris, donde Nico junto con sus hermanos se dedicaron a todo tipo de traslados, hacían viajes, ya sea las maletas de los viajeros del tren, o de mercancía o productos de pan coger.

El negocio del Guineo


Cuenta Nico que en los años sesenta a los fundanenses no les gustaba comer guineo, ni maduro ni verde. Era tanta la cantidad de esta fruta tropical por los inmensos cultivos en la zona bananera de propiedad de la compañía frutera, que cuando llegaba el tren a Fundación llena de rechazos de guineo, lo repartía a su paso por grandes cantidades, eso logró que en la población esta fruta fuera desestimada. Sin embargo, algunos lo consumían a escondidas; en la canasta del mercado colocaban el guineo en la parte de abajo para taparlo con los demás productos y de esta forma los demás no notaran su adquisición.

El papá de Nico, que era un aventajado para los negocios, se le ocurrió la idea de dedicarse al comercio del guineo junto con sus otros hijos, muy a pesar de que la población le tenía a la fruta cierto rechazo social. A Nico, en cambio, le dio vergüenza unirse a la nueva aventura, pero un día de 1965 su papá y hermanos enfermaron y le encargaron a Nico el negocio. Él, con mucha pena, llevó la carretilla llena de banano a la esquina del almacén La Campana, donde se colocaba su papá, y con mucha timidez atendió a la clientela lograda por su progenitor hasta entonces. A los días, su papá quiso retomar su actividad, pero Nico no quiso devolverle su punto de venta al notar que su consumo aumentaba y que él con el paso de los días se encargó de popularizar.

Ícono fundanense

Pasado un tiempo, don Mauricio Fuminaya, alcalde de Fundación, quiso recuperar el espacio público de la ciudad,  y le pidió a Nico que no se volviera a colocar en la esquina de La Campana, le solicitó que ubicara en el mercado. Pero a Nico nunca le gustó el bullicio y el ambiente de la plaza de mercado por lo que desestimó la orden. Don Mauricio, quien fue un alcalde de gran carácter, al notar que Nico no obedeció la orden, se le acercó a los días para arrestarlo con la policía. Él no se dejó coger, pero esta anécdota le sirvió para, a partir de ese momento, no quedarse en un sitio estacionado, sino recorrer las calles polvorientas del pueblo con su carretilla de maduros, y así ganarse el cariño de todos. Esto, unido a su alegría, buen genio, generosidad y carisma, lo han convertido en todo un personaje de Fundación. A los niños, incluso así no tuvieran dinero, les regalaba un guineo maduro, que en esos años valía un centavo la mano.

Con su venta de guineo maduro levantó a sus seis hijos, incluso profesionales. Tiene 20 nietos, 20 bisnietos y algunos tataranietos.

Juniorista hasta los tuétanos, organizaba buses para ver los partidos en Barranquilla. También es una persona que se muere por comer bastimento.

Su padre, el Sr Pino, se convirtió en el sobador más famoso de Fundación, en una época en donde los fisioterapeutas no existían. Los lesionados, personas con dolores musculares, torceduras, esguinces o cansancio, se acercaban a la esquina del almacén La Campana para recibir sus servicios. Murió en el 2002.

Nico a pesar de sus años, continúa muy activo vendiendo sus guineos de 5 a 8 de la mañana, en el bulevar de la calle 3. Un verdadero ícono de nuestra ciudad, al que aún no han condecorado por su meritoria trayectoria de servicio a la comunidad. Su historia es testimonio vivo de que con trabajo honesto, alegría y generosidad se puede construir un legado que trasciende generaciones.


Fide y Nico! Dos historias, dos razones para apreciarlos, 
nuestros más grandes proveedores de guineo verde y maduro! 
La vitamina inicial de los que crecimos en esta maravillosa tierra, 
dos hombres trabajadores, entregados, grandes seres humanos 
que son referencia de nuestros reales ídolos de carne y hueso! 
Ejemplos de una raza fundanense pujante y luchadora, 
la generación de guerreros de esta ciudad mágica!



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