"Don Simón en San Pedro Alejandrino"
Pintura de Alejandro Obregón
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Por: ÉDGARD REY SINNING
Apegado a los hechos históricos que investigó el músico e historiador samario José Concepción Alarcón, el autor de este ensayo recuerda cómo la banda del Batallón Militar de Santa Marta ejecutó —con letra y música del francés Francisco Sieyes.
El Libertador aquejado de salud emprende un viaje sin regreso. Después de salir de Santa Fe de Bogotá y recorrer el territorio nacional, atravesar Los Andes y bajar por el río Magdalena, llega a Santa Marta, a donde fue acogido con agrado y benevolencia.
¿A dónde se dirigía Bolívar? Es una pregunta sobre la que se ha especulado, lo cierto es que en esa ciudad lo sorprendió la muerte. En su última proclama el Libertador ofreció su vida, siempre y cuando cesaran las disputas entre los partidos políticos que comenzaban a enfrentarse por el poder.
El 17 de diciembre de 1830 murió en la Quinta de San Pedro Alejandrino, a donde había sido trasladado por su estado delicado de salud y el clima podría ayudarlo a superar sus quebrantos.
El cadáver fue trasladado a la casa de la Aduana en Santa Marta, allí fue embalsamado por el doctor Alejandro Próspero Reverend, quien lo había atendido en sus últimos días, desde su llegada a Santa Marta, escribió 33 informes sobre el estado de salud del Libertador.
El general Mariano Montilla ordenó el sepelio lo mejor posible, el cual se realizó el día 20 de diciembre, con la asistencia de su séquito de militares, sus pocos amigos, los veteranos de la independencia y la población de Santa Marta, que se volcó masivamente para acompañar al más grande de los americanos. Sus restos fueron depositados en una humilde bóveda en la catedral. El gobierno nacional no tuvo mayor participación en las honras fúnebres.
Tal como lo definió el General Montilla su sepelio y honras fúnebres se realizaron con toda distinción y el recogimiento que exigía el personaje. El político y escritor Luis Capella Toledo nos dice sobre este hecho lo siguiente:
«jamás había desplegado Santa Marta tanta magnificencia, ni sentido tanto dolor. La ciudad que no había hecho nada por la independencia de la Patria, se enorgullecía de guardar en su seno las cenizas de aquel que lo había hecho todo».
Refiriéndose a las personas asistentes y particularmente a las mujeres comenta que «en medio de las mujeres del pueblo que iban acompañando al féretro, veíase una extranjera, como de treinta y seis años de edad, bella todavía, no obstante la palidez mortal de su semblante. Llevaba un cirio en la mano derecha y en la otra una corona de siemprevivas. Por el movimiento de sus labios se comprendía que iba en oración».
El personaje que describe Capella es la francesita Anne Lenoit, la siempreviva, el amor de Bolívar, la única de sus amores que asistió al sepelio, que marchó de Tenerife a visitarlo y lo encontró muerto. Bolívar la había conocido 17 años atrás al principio de sus incursiones en el río Magdalena. Cuando sirvió a órdenes de Pierre Labatut y de Rodríguez Torices, entonces Presidente de Cartagena.
La ciudad toda entró en luto, la tristeza embargó a todos los corazones y los samarios tuvieron que resignarse a la crueldad de la vida: la muerte. El Libertador había muerto en ella y sus admiradores y seguidores no tuvieron otra opción que aceptar la desaparición del genio de las Américas.
Los funerales tuvieron el acompañamiento de una marcha fúnebre compuesta para el momento por el maestro francés Francisco Sieyes y el Batallón Militar la ejecutó durante el sepelio.
Aunque Mompox y Cartagena, tuvieron una importancia musical, tanto en el siglo XVIII como en el XIX, a Santa Marta le cabe el honor de tener una banda de música organizada y dirigida por el maestro francés Francisco de Sieyes, quien recibió la orden del general Mariano Montilla, al morir el Libertador, para que compusiera una marcha fúnebre para la ocasión.
Y así se hizo, fue estrenada «en el entierro, la cual fue ensayada con buen éxito durante los tres días que el cadáver del Grande Hombre permaneció en cámara ardiente, en la casa antigua Aduana de Santa Marta».
La importancia de la existencia de la banda del maestro Sieyes en Santa Marta, es determinante al revisar el papel de la vida social y la música en la ciudad en el siglo XIX.
José C. Alarcón.
Tomado del libro: ‘Compendio de
Historia del Departamento del Magdalena’.
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Un detalle interesante desde el punto de vista histórico y social lo constituye el hallazgo que encontró el historiador y músico del siglo XIX, José Concepción Alarcón. Alarcón ejercía como maestro de teoría y piano en la Sección de Señoritas del Instituto Departamental de Música creado en 1890, desde la cátedra y por su actividad de músico y su olfato de historiador se dedicó a indagar, sobre quiénes habían participado en la banda que ejecutó la marcha; cuántos quedaban vivos y quiénes se sabían la marcha.
Este autor que se caracterizó por su búsqueda y precisión de algunos datos y hechos acaecidos en su tiempo, que combinó la utilización de documentos históricos para escribir la historia samaria, usó igualmente la tradición oral para reconstruir una historia más objetiva.
Alarcón reconstruyó la lista de los integrantes de la banda que participaron en el sepelio del Libertador Simón Bolívar, el hecho es tan significativo para la prensa samaria que el periódico La Semana, número 9 del 17 de enero de 1891, publicó la noticia con un título muy expresivo: «Valioso Hallazgo», era claro que a la fecha no se conocían a ciencia cierta quiénes eran los ejecutantes de la Marcha fúnebre preparada especialmente para ese día y la misma partitura de la pieza fúnebre.
La nota en comento dice: «Debido la laboriosidad del profesor señor don José C. Alarcón, y a la veneración que él tributa a la memoria del Libertador estamos en posesión de la marcha que se tocó en el entierro del padre de la patria Simón Bolívar. El señor Alarcón encontró este precioso documento en la memoria de los señores don Luis Santrich y don Luis Elías. Este último músico de la banda del batallón milicias de esta ciudad que prestó su servicio de plaza durante cuatro años; y cuya banda fue la que hizo el toque de la marcha, compuesta expresamente para ese objeto por el director don Francisco Sieyes».
Como se desprende de esta primera parte de la noticia, Alarcón con la ayuda de dos informantes testigos de excepción, reconstruyó en primer lugar la banda y sus integrantes. En segundo lugar, escribió la partitura que por conducto de Luis Santrich y Luis Elías le cantaron de memoria y él escribió la música. Veamos en primer lugar el tema de los integrantes de la banda y luego revisamos el tema de la marcha y todo lo que eso origina.
El periódico reseñado afirma textualmente y para evitar equívocos que: «sabemos que componían dicha banda los señores; José María Sará, Requinto; Pascual Tapia, Clarinete; Cundino Zagarra, Clarinete; José Lucio Noriega, Clarinete; Francisco Javier Suárez, Clarinete; Pedro Fiol, Clarinete; Catalino Hernández, Flautín; José Jesús Maestre, Flautín; Ventura Sequeira, Flautín; Juan de Dios Prado, Flautín; José Dolores Granados, Flauta; Luis Elías, Bugle; Pedro Surqui, Bugle; Manuel José Acosta, Trompa; Pedro Acosta, Trompa; Manuel Cabás, Trombón; José Rodríguez, Trompa; Lucas Sierra, Fagot; Gregorio Martínez, Fagot; José María Martínez, Fagot; Manuel Hernández (Michingo) Clarín; Juan Fiol, Clarín; Domingo Castillo, Redoblante; Vicente Mendoza, Bombo; José del Carmen Noriega, Platillero; Francisco Granados, Triángulo; José Martínez, Pandero».
Resumiendo encontramos que la banda está integrada por: cinco clarinetes, cuatro flautines, dos bugles, dos trompas, tres fagotes, dos clarines, una flauta, un requinto, un bombo, un platillo, un redoblante, un triángulo y una pandereta, en total son 25 instrumentos. La nota agrega, que de los anteriores músicos, sólo hay vivos el señor Luis Elías, que para el momento contaba con 88 años y el señor Juan de Dios Prado, que residía en la vecina Barranquilla.
Lo cierto es que en la ciudad existe una tradición musical desde mucho antes del sepelio del Libertador, pero no deja de ser significativo el hecho de la existencia de una banda «organizada» y dirigida por un francés.
Por otra parte, la presencia de los instrumentos utilizados y ejecutados es una muestra que dicha actividad musical estaba acentuada en la sociedad samaria. Es pertinente anotar que la banda y la marcha fúnebre son dos hechos importantes para la historia social de la música en Santa Marta, por ello, nos parece oportuno hacer algunas referencias a la recuperación de la partitura de la marcha; la original, desapareció.
Esta labor estuvo en cabeza del historiador Alarcón, quien le revela al periódico La Semana, detalles sobre la misma y que el semanario comenta en los siguientes términos: «sabemos también que el señor Alarcón tiene arreglada la marcha para música militar, compuesta de requinto en Mi bemol; clarinetes, pistones, contraltos, barítonos, bugle, sexhornos y bombardinos en Si bemol, trombones en Fa, flautín en Re bemol, y corno, tal como están organizadas las bandas en Bogotá».
Según se comenta la marcha fue arreglada por el mismo Alarcón para ser interpretada en piano, y se imprimieron varios números que se distribuyeron. Según la prensa Alarcón «para probar que lo que ha escrito es la misma marcha que se ejecutó por la banda de esta ciudad, en el entierro del Libertador, ha pedido al Juez de este Circuito en lo civil, se sirva hacer rendir declaración, precediendo a ella la audición de la pieza, a los señores Luis Elías y Domingo Machado, sobre su identidad.
El señor Machado es el único que vive de los que formaron aquel batallón, y tuvo la honra de componer la guardia que tributó los honores fúnebres al Libertador, como guarda de honor».
Frente a estos hechos Jorge Luis Arango en sus Hojas de Cultura, encontró un expediente en el Museo Nacional, que trascribimos: «Señor Juez Municipal del Distrito: Yo, José C. Alarcón, colombiano y mayor de edad, a Ud. pido se sirva recibir declaración jurada a los señores Manuel J. Guardiola, María Dolores Barranco, Luis Elías y Domingo Machado, sobre los siguientes puntos: 1. Si conmigo los comprenden los generales de la ley; 2. Digan los primeros (Sr. Guardiola y Sra. Barranco) si saben de una manera cierta que el Sr. Luis Santrich, antes del ataque que le ha conducido de gravedad a la cama, me contó y yo escribí la marcha que sirvió para el entierro del Libertador Simón Bolívar. Así mismo dirán, la edad que sepan, cuenta el Sr. Santrich; 3. Digan los otros dos (Srs. Elías y Machado) si la notación musical que a continuación se inserta, la cual haré que oigan ellos ejecutar, corresponde exactamente a dicha marcha, si saben que la ejecutó en el entierro la música del batallón milicias de esta ciudad; y si saben que ella fue impuesta expresamente para igual acto (20 de diciembre de 1830) por el director Francisco Seyes. 4. Si saben si además de dicho señor Elías y del señor Juan de Dios Pardo, haya vivo algún otro de los que componían aquella banda. Espero que al fin se servirá Ud. certificar sobre la idoneidad de estos cuatro testigos. Y que concluidas que sean estas diligencias me las devolverá originales. Santa Marta, enero de 1891 (Fdo.) José C. Alarcón. Otro sí digo: Que en lugar de la declaración del Sr. Domingo Machado sirva Ud. pedir certificación firmada al Sr. Doctor José Antonio Granados, presidente del Tribunal Superior del Distrito Judicial del Magdalena, sobre las palabras que oyó a dicho Sr. Machado en su propia casa, el día 4 del presente cuando, por un acto de honrosa condescendencia, dicho doctor Granados ejecutó en la flauta la clave de sol de la pieza de música que corre inserta en estas diligencias. Presentado en su fecha y puesto al despacho (Fdo.) Avendaño, Secretario».
No conocemos los efectos reales de la diligencia solicitada, pero sí que la partitura fue incluida en el libro escrito por Alarcón a fínales del siglo XIX, en la edición de 1963 que estuvo a cargo del académico José María Valdeblanquez, quien hizo comentarios y adicionó algunas informaciones valiosas.
Pero la intención del historiador y músico Alarcón, no se contentó con adelantar las gestiones de esclarecimiento de la partitura de la Marcha Fúnebre que se interpretó en las exequias de Simón Bolívar, en Santa Marta con los dos sobrevivientes de tal acontecimiento: uno como músico y otro como integrante de la guardia de honor, sino que «por conducto del señor don Rafael Salzedo, ha remitido (…) a uno de los Jueces de Barranquilla un escrito, pidiendo la declaración al señor Juan de Dios Prado, previa audición de la marcha; y tanto en este escrito, como el dirigido al Juez de esta ciudad, la pieza figura escrita en papel sellado, en el mismo memorial».
Además de estos detalles interesantes para que sea reconocida la originalidad de la marcha el periódico revela que «a los cuatro días de haberle cantado el señor Santrich al señor Alarcón la marcha, le dio el ataque que lo ha reducido a cama. Les consta todo esto, a la señora Dolores Barranco y al señor Manuel I Guardiola. Por poco se pierde este documento, con la exactitud que lo guardaba la memoria del señor Santrich».
Son esos pequeños detalles de los que está llena la historia. De ahí la importancia de recurrir a la tradición oral para desenredar algunos hechos no dejados sentados en actas, normas o discursos. Esa es la historia de la partitura de la marcha publicada en el libro de Alarcón.
Ahora bien, dado este descubrimiento y su respectiva reconstrucción, el periódico le parece oportuno solicitar a las autoridades civiles de todo orden que «como tributo a la memoria de Bolívar, debieran tanto el Supremo Gobierno, como los Departamentales, hacer que esa marcha formara parte del repertorio de las bandas del Ejército y de las oficiales, y hacer que sea ejecutada en todos los actos en que ella sea pertinente, tal como en las retretas fúnebres. Hasta en las Academias, Institutos y Escuelas Oficiales de Música, debe hacerse conocer y estudiar esa marcha, que si acaso no tuviere gran mérito artístico, el del objeto a que fue destinada, es inapreciable para Colombia, y lo será también sin duda para las naciones deudoras al genio del Libertador y que admiran su gloria».
El articulista compara la marcha con «Dios Salve a la Reina» que los ingleses entonan a todo pulmón afirmando que «en sí no es una composición de mucho mérito, pues actualmente lo que hay en ella de notable es la instrumentación y el arreglo de los maestros, y es de este modo como ha pasado a ser pieza expresiva del sentimiento nacional y causa de entusiasmo».
Así concluye este artículo/noticia que tiene un doble valor para nuestro estudio, por un lado la identificación de los miembros de la banda que interpretó la Marcha Fúnebre en el sepelio del Libertador y los instrumentos que se emplearon para ejecutar la melodía. En segundo lugar la recuperación del contenido de la misma pieza musical que estuvo a punto de perderse, como hemos señalado anteriormente , por estar en la memoria del Luis Santrich y el músico Luis Elías.
Tomado de: Revista Latitud
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