noviembre 16, 2013

SILLAS PASELLA DE LIPERI

Italiano, Agrónomo, Farmaceuta, Arquitecto, Escultor y Pintor



Por Alberoni Del Vecchio

Nació en la ciudad de Sassari (isla de cerdeña en Italia), un 29 de diciembre de 1903 y murió en Santa Marta el 16 de junio de 1966.

Fueron sus padres Don Coronello Ignazio Pasella y Doña Maria Paola de Lliperi.

Llegó a Colombia desembarcando en Puerto Colombia a finales de los años 20. Se radicó en Santa Marta, donde trabajó para la Familia Dávila Solano, fue administrador de la Hacienda La María (cerca a Fundación), durante esta administración frecuentaba al Municipio de Fundación, por lo que decidió años más tarde independizarse y ejercer actividad comercial en esta ciudad, alrededor del año 1931.

En Santa Marta contrajo matrimonio con Josefina Cormane, de esa unión nacieron dos hijos: Maximiliano (fallecido) y Roger.

Después enviudó y se casó con Ligia Gutiérrez de quien se separó y luego hizo vida marital con la señora Agueda Martínez con quien tuvo un hijo: Alan. Fruto de otra relación es César quien hoy vive en Madrid (España).

Fue Ingeniero Agrónomo y Farmaceuta, también se dedicaba a la escultura y la pintura, talento que perfeccionó en la Escuela de Bellas Artes de Roma. 

En Roma la "capital Eterna" conoció a don Ramiro Goenaga, quien lo estimuló a que viniera a conocer mejores oportunidades en Colombia.


Era una persona de finos modales, Polifacética y amante del arte.  Además fue excelente bailador y gozaba de buen apetito; de la cocina Colombiana le gustaba el arroz de lisa y chipichipi, los pasteles (tamales) y como buen italiano las pastas. 

Era tradicional que los domingos visitara la casa de don Armando Del Vecchio Rodríguez, quien vivía al lado de “Villa María” la primera casa construida en Fundación, propiedad de la familia Ordóñez, a comer pastas con recetas Italianas.

Fue masón grado 33, y desde esa posición dio gran impulso a la Logia de Aracataca. representada en la reunión en Barranquilla de la Gran Logia nacional de Colombia, el 20 de Julio de 1935, por Don Eusebio Mercado Barrera y Don Marco Aguilar.

En Fundación tuvo un taller de artes plásticas, donde esculpió imágenes de gran relieve y prestigio.

En la década de los 50 fue un destacado representante de la sociedad Fundanense, pionero de la feria ganadera y agropecuaria, a tal punto que a su empuje y entusiasmo Fundación contó con el coliseo de Ferias.

También fue un miembro importante del Club Rotario y líder cívico de gran generosidad. 

Como Arquitecto construyó el Edificio Gutiérrez, a pedido de su propietario don José Ramón Gutiérrez Torres. (hoy edificio donde se encuentra drogas la Rebaja).

En su taller de Fundación

Muchos estudiantes de esa época lo recuerdan en sus intervenciones en los colegios donde era invitado, sobre todo al Instituto Fundación, para dictar conferencias sobre temas universales, en especial de cultura y escultura, y lo percibían como un genio que tenía una respuesta para todas sus inquietudes.

Fue propietario de la farmacia Fundación, que funcionó en la esquina de la carrera 8 con calle 6, la cual por muchos años fue un importante establecimiento Fundanense.

En su farmacia

Don Sillas hizo parte de esa gran colonia de Italianos que llegaron a Fundación a contribuir con su cultura, tradiciones y agilidad comercial a su progreso, como los: Tarantino, Vitola, Fiorentino, Posteraro, Filomena, Fama, Manco, Pezzano, Calvano, De Martino, Del Vecchio, Monachello, Faillace, Fuscaldo, Diago, Scopetta, Cordella, Petrazzini, Aronna, Laíno, De Angelis, Villano, Melo, De Arce, Sabbatino entre otros.

Fue el único Italiano con título nobiliario que llegó a la Zona Bananera.

Murió en Santa Marta, un 16 de junio de 1966, sepultado en el cementerio central, en la bóveda de la familia Cormane Acosta.

Fundación posee una deuda de gratitud con estos extranjeros que vinieron a sembrar progreso y cultura en esta ciudad.

OTRAS GRÁFICAS


Frente de la Farmacia Fundación

En el Coliseo de Ferias, de promoción suya

En su pasatiempo favorito


Con Edith Lara Aguancha


Con Jorge Pérez Barros, Luis José Canedo
y Jorge Rapag Muvdi



noviembre 15, 2013

HISTORIA DEL CAIMAN CIENAGUERO Y TOMASITA

FIESTA DEL CAIMÁN

Esta fiesta la celebran los fundanenses los 20 de Enero, en los precarnavales.


Por: Edgar Caballero Elías.-

Registra la historia que 1600 años antes de la llegada de los conquistadores ya nuestros aborígenes adoraban al caimán. Los pueblos primitivos tenían gran respeto y admiración con determinados animales de la región donde vivían, considerándolos unos dioses o héroes; así ocurría con nuestros nativos que le rendían culto al caimán, que abundaba en los cenagales, caños y pantanos de la región, sacrificándole niños porque se tenía la creencia que al morir su alma tenía el privilegio de ir directamente al Cielo, que le ocasionaba una mezcla de alegría y tristeza, con cierta complacencia de felicidad que les proporcionaba el caimán que se la comió. Otros, por ejemplo, le atribuían cierta nobleza al León, al Tigre o al Águila.

Aquellos rituales, fábulas y mitos, al doblar los años y los siglos y los cambios culturales, se fueron mezclando perdiendo su carácter mitológico y sus costumbres de fúnebre remomeración, para dedicarse por entero a la bien empleada misión de entusiasmar y divertir, conformándose de una manera rudimentaria la historia de esta danza, tomada musicalmente por Eulalio Meléndez (músico cienaguero 1841-1916)
¿Dónde y cómo sucedió la tragedia de Tomasita?

Aún se discute el lugar de aquella tragedia. Hay quienes dicen, por ejemplo, que ésta ocurrió en el Caño de San Luis, un antiguo brazo del desaparecido Puerto de Las Mercedes, cuando su madre se distrajo mientras lavaba la ropa. Este caño recibe su nombre de un pescador llamado Luis Santamaría, que se caracterizaba por salir a pescar solo y se molestaba cuando otro pescador entraba allí a pescar o a cortar leña, creyendo suyo el lugar. Era un caño bastante peligroso por la cantidad de caimanes que allí habitaban, por lo que lo consideraban también protegido por el nombre de su santo porque nunca le pasaba nada.

‘El Rincón de Cachimbero’, como también se le conocía y que para algunos fue donde el caimán se llevó a Tomasita, era una ensenada que quedaba al oriente de Pueblo Viejo donde estaba la Iglesia, tragada por el mar, al norte del Colegio de Bachillerato San José. Esa ensenada, partiendo de Las Mercedes hacia el norte tenía una longitud de casi dos kilómetros y allí quedaba el retén de los guardas departamentales por donde pasaban las mujeres de Pueblo Viejo con el platón en su cabeza para vender el pescado en Ciénaga.

Algo muy típico tenía entonces Pueblo Viejo y era su mercado público en la plaza del pueblo. Desde las primeras horas de la noche comenzaban a establecerse puestos de ventas allí con vendedores que llegaban de Ciénaga y otros arrimaban al lugar procedente de las riberas del Río Magdalena. Después de las doce terminaba este mercado emprendiendo los de Ciénaga, viaje de regreso portando el pescado y los mariscos, marchando por toda la orilla del mar, descalzos y arremangados hasta las rodillas.

En 1918, el Puerto de Ciénaga, entonces inhabilitado, fue canalizado por el Alcalde Manuel Linero Castillo y se llamó Puerto Nuevo o Puerto del Carmen en el Barrio El carmen, que algunos confunden con el Puerto de Las Mercedes, de Pueblo Viejo, o con ‘Puerto Cañón’ que quedaba en el mercado de Ciénaga. Entonces, aquellos lugares como ‘Cachimbero’, ‘El Caño de San Luis’ y el otro denominado ‘Caño e’ Loro’, adyacentes al Puerto de Las Mercedes y pertenecientes todos a Pueblo Viejo, fue donde gravitó la famosa leyenda del caimán.

Una de las referidas versiones de esta historia cuenta que allá llegaría por casualidad un 20 de enero, día de San Sebastián, una joven madre de apellido Bojato o Badillo a lavar al ‘Caño e’ Loro’, lugar donde tenía su hábitat un enorme caimán en compañía de sus hijas. Muchas fueron las recomendaciones de esta madre para la hija mayor a fin de que tuviera cuidado con la pequeñita por temor al caimán. Por eso, cuando posteriormente se creó en Pueblo Viejo, la danza del caimán, sus primeros versos fueron:

“Mijita cuida a tu hermana
que yo me voy a lavá
que por ahí anda el caimán
que se la puede llevá.”

Cuando su madre termina de lavar, al regresar y no ver a la niña, le pregunta a la mayor:

“Mijita, ¿dónde está tu hermana
que ya vengo de lavá
y traigo los pechos llenos
para darle de mamar?”

…ella llorando le contestó:

"El caimán se la llevó…
el caimán se la llevó.”

Entonces la desconsolada madre empieza a gritar angustiada:

“A qué santo clamaré
para salvar a mijita
si a San Juan Evangelista
o al Patriarca San José”

La tragedia de Tomasita

Ante los pedidos de auxilio todos salen armados de arpones a perseguir el caimán. Era una danza que sacaban en carnaval y que se bailaba entre hombres armados con simuladores de arpones, representando lo que significaba la danza: La cacería del caimán. A la cabeza de la danza iba el caimán bailado con destreza por uno de sus danzantes, que era el que llevaba la voz cantante que siempre era un buen improvisador. Musicalmente aquella danza, distinta también en su coreografía y vestimentas, se acompañaba con tambor, pito atravesao y guacharaca. Los versos, cantados en décimas, octavas y cuartillas inspirados siempre en cosas jocosas y reales, mostraban la originalidad de aquel baile.

Con el tiempo Ciénaga creó su conjunto folclórico, copió la danza del caimán de Pueblo Viejo, la incorporó y la adaptó a su folclor variando el formato musical reemplazándolo por el acordeón y el clarinete, modificando la coreografía y los versos, hoy cantados en cuartillas. Le dio su importancia a la mujer al integrarla a su danza, pudiendo así mostrar la alegría y creatividad del pueblo cienaguero y finalmente le fabricó su leyenda que fue producto de la fantástica imaginación creadora del siempre recordado amigo y folclorista Darío Torregroza Pérez, dándole vida a su historia, siendo indiscutiblemente la suya, la más clara y precisa de cuantas leyendas se han escrito: la del Puerto de Las Mercedes, pasando a ser Ciénaga así, la casa de esta ilustre y emblemática fiesta, que hoy nos identifica en el país.

Según su relato, la tragedia se originó en este antiguo atracadero un 20 de enero, cumpleaños de Tomasita, hija de Miguel Bojato y Ana Carmela Urieles, que habitaban en ‘Cachimbero’.

Cuenta la leyenda que para el festejado cumpleaños Ana Carmela salió a hacer las compras con sus hijas Tomasita y Juanita en una de las tiendas de Las Mercedes y se distrajo mientras sus hijas jugaban a la orilla del caño sin percatarse que el caimán las observaba detenidamente, aguardando pacientemente atrapar a una de ellas y arrastrarla al fondo de las turbulentas aguas, al primer descuido que se aproximaran a él.

A escasa distancia de la niña, la superficie de las aguas de Las Mercedes se rompía ligeramente. De repente, sin aparente motivo, la superficie vuelve a parecer completamente plana como un espejo.

No sabían las inocentes niñas que cuando el caimán desaparece de vista es cuando más peligroso es, y nadie, absolutamente nadie, está seguro ni dentro del agua ni en la orilla, ya que es un ondulante torpedo que se desplaza con gran agilidad por entre los matorrales y viejos troncos sumergidos que ruedan entre el agua con apariencia inofensiva, y aquel caimán no deambulaba al azar.

Tomasita y Juanita seguían allí jugando a la orilla de las aguas de Las Mercedes sin darse cuenta que las acechaba uno de los más peligrosos depredadores de los cenagales. De pronto, los ojos del caimán desaparecieron de la superficie de las aguas de aquel puerto: ya el maldito había decidido su destino. Poco después, de nuevo, sus ojos sobresalen entre las redondas y grandes hojas flotantes más cercanas a la orilla impidiendo ser visibles. Se acercaba lento y silencioso, y sus ojos fijos en aquella criatura… en la tierna e inocente Tomasita.

De repente, la tranquilidad del ambiente desaparece. La superficie del agua abruptamente se rompe en la orilla y Tomasita, la inocente niña que jugaba a orillas de aquel tenebroso lugar de Las Mercedes, trata de correr en desesperado intento para salvarse, pero todo es inútil. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos. Sobre el agua sus ojos son esenciales para atacar y se les escapa muy pocas cosas, aún en la oscuridad.

Dos enormes mandíbulas armadas con unos dientes puntiagudos y poderosos salen del agua y hacen presa fácil en la tierna niña, que en un instante desapareció bajo la superficie cuando el maldito caimán dio un brusco giro… y se sumergió con ella para siempre.

Pedro Mendoza Guardiola, autor de poesías y versos a la leyenda del caimán, además de acucioso conocedor del folclor, refleja su sensibilidad con el querer y sentir del pueblo, cuando con rabia y sentimiento de dolor le reclama así al maldito en uno de sus más bellos y hermosos versos:

“Dime caimán: ¿por qué hiciste
esa injusticia con ella?
como la viste tan bella,

¿por eso te la comiste?

Después que Tomasita desapareció entre las turbulentas y oscuras aguas de aquel caño, donde muchos salieron presurosos en encontrarla viva, no quedando una pulgada de aquel puerto que no se registrara siendo todo inútil, fue cuando Ana Carmela empezó a gritar enloquecida al recibir la noticia de la pérdida de su hija, mientras sus amigas trataban de calmarla acompañándola en su dolor hasta el rancho en ‘Cachimbero’, donde ellos vivían.

El viejo Miguel, ignorante aún de la noticia, continuaba festejando el cumpleaños de Tomasita. De pronto, en medio de aquel jolgorio, apareció la muchedumbre llorando y la fiesta entonces de la alegría pasó a la confusión y pánico… y se transformó en tormento.

El padre de la niña al ver a Juanita sola, corrió y la abrazó alarmado y le preguntó, como adivinando la máxima tragedia, sin saber que aquella se fuera a convertir más tarde en un pedazo del folclor colombiano:

“¡Ay! Mijita linda, ¡dónde está tu hermana!”
Y la niña llorando le contestó:

“El caimán se la comió, papá… ¡El caimán se la comió!”

La leyenda del caimán, como toda leyenda, llenas de contradicciones y sentimientos, es una parte fundamental de nuestro pasado y presente que tiene sus antecedentes en la tradición oral, fábulas y mitos, que surgen de una historia pueblerina contada por alguien, que se repite siempre en distintas formas y dependiendo muchas veces también, de nuestro interés y conveniencias. No obstante, las leyendas hay que contarlas, mostrarlas y difundirlas, así sea cada quien a su antojo, forma y estilo, pero sobre todo, recrearlas en toda su riqueza y colorido folclórico.


EL HOMBRE CAIMÁN DE PLATO

Existe otra historia relacionada con este reptil y es la Hombre Caimán de Plato. Es una leyenda que trata de la historia de un hombre cuya pasión por espiar a mujeres desnudas lo condenó a quedar convertido en un ser con cuerpo de caimán y cabeza humana. Se desarrolla en la población ribereña de Plato.

En Plato se celebra anualmente el Festival del Hombre Caimán. También existen una plaza y un monumento en su honor que son patrimonio cultural de la población. La leyenda del Hombre Caimán quedó inmortalizada en la canción "Se va el caimán" de José María Peñaranda.

Cuentan que hace mucho tiempo existió un pescador muy mujeriego que tenía por afición espiar a las mujeres plateñas que se bañaban en las aguas del río Magdalena. Previendo que podría ser descubierto entre los arbustos, se desplazó a la alta Guajira para que un brujo le preparara una pócima que lo convirtiera temporalmente en caimán, para así no despertar sospechas entre las bañistas y poderlas admirar a placer. Al cabo de su observación, otra pócima, aplicada por un amigo suyo, debía retornarlo a su estado humano. El brujo le preparó las dos pócimas, una roja que lo convertía en animal, y otra blanca que lo volvía hombre de nuevo.

Saúl disfrutó de algún tiempo de su ingenio, pero en una ocasión, el amigo que le echaba la pócima blanca no pudo acompañarlo. En su lugar fue otro que, al ver el caimán, se asustó al creer que era uno verdadero y dejó caer la botella blanca con el preciado líquido. Antes de derramarse completamente, algunas gotas del líquido salpicaron únicamente la cabeza de Saúl, por lo que el resto de su cuerpo quedó en forma de caimán. Desde entonces, se convirtió en el terror de las mujeres, que no volvieron a bañarse en el río.

La única persona que se atrevió a acercársele después fue su madre. Todas las noches lo visitaba en el río para consolarlo y llevarle su comida favorita: queso, yuca y pan mojado en ron. Tras la muerte de su madre, que murió de la tristeza por no haber podido encontrar al brujo que había elaborado las pócimas porque había muerto, el Hombre Caimán, solo y sin nadie que lo cuidara, decidió dejarse arrastrar hasta el mar por el río hasta Bocas de Ceniza, como se conoce la desembocadura del río Magdalena en el mar Caribe a la altura de Barranquilla. Desde entonces, los pescadores del Bajo Magdalena, desde Plato hasta Bocas de Ceniza, permanecen pendientes para pescarlo en el río o cazarlo en los pantanos de las riberas.

Monumento al hombre caimán
Plato

FESTIVAL FOLCLÓRICO DE LA LEYENDA DEL HOMBRE CAIMÁN

Se inició en el año 1972 y se lleva a cabo anualmente durante el mes de diciembre en el municipio colombiano de Plato, en el departamento de Magdalena. Es organizado por la Fundación Festival Folclórico de la Leyenda del Hombre Caimán. Como evento perteneciente al Nodo Vallenato de la Red Nacional de Festivales de Músicas Tradicionales Colombianas difunde las músicas del Caribe oriental del país.

Es un evento en el que se dan cita las expresiones culturales y folclóricas ribereñas y de la Costa Caribe colombiana con el fin de reafirmar y hacer visible el patrimonio riano.

Durante el Festival se realiza el Concurso de Música de Acordeón en las modalidades Aficionado, Infantil y Canción inédita. Igualmente se premia el Mejor Disfraz del Hombre Caimán y se realizan concursos Anfibios (canotaje y atarraya). Adicionalmente, se realizan actividades como la parada folclórica, la cabalgata, exposiciones, presentación de grupos folclóricos, talleres, conversatorios y foros.

La Leyenda del Hombre Caimán, que da nombre al Festival, es la compilación que hizo el escritor Virgilio di Filippo de unos cuentos de pescadores. El apuesto y joven pescador Saúl Montenegro tenía como afición el ver desnudas a las lavanderas y bañistas que visitaban el Caño de las Mujeres, en Plato, Magdalena. Para poder continuar visitando el caño, y ante la prohibición legal para que los hombres visitaran ese lugar, Saúl Montenegro recurrió al uso de rezos y brebajes que le enseñó y le preparó un indio de la alta Guajira, los cuales lo convertían en Caimán. Un día, la botella que contenía el líquido que lo devolvía a su forma humana se soltó de las manos de su compañero de aventura y se rompió contra una roca. De este brebaje, únicamente unas gotas cayeron en su cara, devolviéndole la faz humana solamente al rostro. Desde ese momento, Saúl Montenegro quedó convertido en un caimán con cara de hombre o en un hombre con cuerpo de caimán.

El Festival es un espacio de convivencia y paz que integra a los municipios de la subregión Chimila y el bajo Magdalena, con la finalidad de defender y proyectar la unidad e identidad cultural de esa zona.


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noviembre 11, 2013

MIRIAN ESCORCIA DE PALLARES


Los trece apóstoles del Algarrobo

Crónica escrita por: Carlos Mauricio Vega

Miriam con su madre, hijas
y Monseñor Jorge Escorcia, su hermano


En una zona del Bajo Magdalena donde campeaba la violencia, una maestra y su grupo de colegas lograron en diez años transformar el caos en orden y crear en su colegio de 900 alumnos un modelo de convivencia, resolución pacífica
de conflictos y amor por la región.

¿El secreto? La búsqueda de las raíces de una comunidad tradicionalmente desgarrada, y la aplicación de un modelo de excelencia académica basada en la recuperación del amor propio a través de la disciplina, la constancia y la búsqueda de calidad. Su éxito ha influido la vida de las familias y ha transformado al municipio mismo La bala pudo haber venido de cualquier parte. De un estudiante resentido, de algún frente guerrillero intolerante, de un paramilitar extraviado. Ciertos terratenientes creían que el colegio era semillero de subversión.

Y algunos alumnos y uno que otro profesor creían que el rector era demasiado intransigente y autoritario.

El 18 de agosto de 1989, el mismo día en que mataron a Galán, fue asesinado en la puerta de su casa en Algarrobo, Magdalena, el profesor Gilberto Santana. En medio de la ola de violencia que envolvía a la región en esa época, su muerte habría podido pasar inadvertida. No se trataba, sin embargo, de un profesor cualquiera:

noviembre 08, 2013

CLUB ROTARIO DE FUNDACIÓN


El Club Rotario de Fundación, es una organización de voluntarios con la finalidad de alcanzar y realizar proyectos sociales en bien de la comunidad
El Club Rotario de Fundación fue fundado el 10 de octubre de 1951, poco tiempo despues de ser elevado a municipio esta jurisdicción.  Pertenece al distrito 4270 de la organización Rotary International. La carta constitutiva por parte de Rotary Internacional le fue otorgada el 9 de julio de 1951.

noviembre 06, 2013

LA CASA DEL DIABLO DE CIÉNAGA

Una leyenda de nuestra cultura Macondina






Por: Edgar Caballero Elías|
Esta es la historia de la Casa del diablo, en Ciénaga, una ciudad que vivió la bonanza y la tragedia de la United Fruit Company. En ella se encuentra una edificación que a pesar de estar en ruinas conserva su encanto. Su construcción inició en 1916 por iniciativa de don Manuel Varela, hombre de negocios cuya prosperidad es atribuida, según la leyenda, a un pacto con el diablo. Esta mansión se conserva en pie a pesar del deterioro, es de estilo republicano, de dos plantas, de fachada blanca y 14 columnas romanas coronadas por un frontón con formas de cítara.

Cuentan en Ciénaga que "Don Manuel" cada año sacrificaba a un trabajador de su plantación bananera a satanás como pago por la prosperidad concedida, y así surgió el mito que en parte es el responsable de que su residencia, originalmente llamada Mansión Manuelita, esté hoy en ruinas.
Sus puertas y ventanas están tapiadas, el blanco de su fachada tomó un color amarillento y la vegetación tropical que devora su interior se desliza por los tableros calados hacia afuera, o se escurre desde el techo hacia el frente, por donde todavía algunos pasan con recelo.
Don Manuel era oriundo del municipio de Pivijay, departamento del Magdalena, llegó a Ciénaga procedente de Sabanalarga, Atlántico, donde vivía con su primera esposa, y fijó su residencia aquí dedicándose al negocio del banano en pleno auge y bonanza de su comercio en el exterior. Así tuvo sus fincas en la región de Varela, hoy corregimiento del municipio Zona Bananera.
Siendo ya un hombre próspero y adinerado, su visión lo llevó a construir un ramal ferroviario, que aún existe, que conectaba su finca a la línea principal, que le facilitó transportar la fruta los días de corte hasta la estación del ferrocarril de ese corregimiento. Llegó, inclusive, hasta importar unas pequeñas locomotoras de los Estados Unidos para sacar el banano de su finca.

ANDRES PAZ BARROS

El hombre, el maestro, el inmortal de la “Cumbia Cienaguera”

La cumbia cienaguera forma parte de nuestro legado y tradiciones culturales, por este motivo publicamos este artículo, para nuestra formación cultural e histórica.


El inolvidable maestro Paz, hijo de Francisco Paz Gastelbondo, cienaguero, y Francisca Barros Orozco, de Plato, Magdalena, mentor de varias generaciones de músicos, llenó con su música alegre, toda una época de la historia regional.

No hay duda que su vida la entregó totalmente a la música. Engrandeció y preservó una tradición musical que dejó Eulalio Meléndez, músico cienaguero del siglo antepasado (1846-1916) de quien fuera su más aventajado alumno a pesar de su relativa corta edad.

Ingresó desde muy joven a la banda Armonía Ciénaga del maestro Meléndez, dirigida por sus hijos después de su muerte. Así pudo Paz Barros hacer una trascripción de sus canciones permitiendo salvarlo del olvido. Algunas de ellas son “La matica de ají”, “Mi compadre mono”, “Chencha”, la tradicional melodía del “El caimán” y el danzonete “El helado de leche”, atribuído también al doctor Gabriel Angulo, notable pianista y compositor de Santa Marta.

Casado Andrés con Isabel Ospino, plateña también como su madre y a quien conoció en una de sus giras musicales, fijó su residencia en Ciénaga, en la calle Tenerife, entre callejones Las Flores y Popayán (Calle 4 Nº 10-03).

Fue autor de más de ochocientas canciones en distintos géneros musicales, que van desde el bolero, porro y cumbia, hasta el danzonete, bullerengue, paseo o puya, la mayoría de ellas inéditas. Conocemos, por ejemplo, que su nieto, abogado Andrés de la Hoz Paz, tiene alrededor de 400 composiciones, del puño y letra del maestro, en perfecto estado de conservación que datan del año 1937, recopiladas en un álbum donde se encuentran verdaderas joyas musicales, que hoy son un auténtico patrimonio cultural. Son originales escritos en el patio de su casa, su sitió favorito para escribir, la casa vieja y venerada de la calle Tenerife de su natal Ciénaga donde nació el 29 de septiembre de 1906, que cambió por fuerza mayor cuando marchó de este mundo de mortales, el 24 de diciembre de 1977.

Estudió y aprendió música con una profesora cubana de nombre María Teddy, de quien no se conocen mayores datos, es muy poca la información que se tiene de esta persona. Sólo se sabe por tradición oral, que así como llegó a esta población, así mismo se fue sin volverse a saber más de ella. Posteriormente el profesor curazaleño Guillermo Quat Sille, continuó enseñándole armonía y escritura musical al joven Andrés.

Desde los 6 años que comenzó a sentirse llamado por el sonido musical que se escuchaba en su pueblo y a partir de los doce que hizo su primera composición (un vals que tituló “Mentiras y Verdades) hasta sus últimos días, nunca se detuvo en su increíble capacidad creadora. Hoy esta canción sólo queda en la memoria de los pocos amigos que aún le sobreviven.

Paz Barros fue un músico en toda la extensión de la palabra, un músico de pueblo que se inició tocando en bandas de Ciénaga que tuvo su propia estructura musical, supremamente estricto y disciplinado, gran compositor y estupendo arreglista, pero sobretodo, ¡músico por excelencia! Se caracterizó por la elaboración de obras tan musicalmente bien hechas, que podían prescindir del relato, desgraciadamente “producir música en nuestro país, es como hacer ollas de barro”, le oía decir a alguien alguna vez.

Bien conocida era la gran disposición musical que tenía el maestro Paz, pues no sólo tocaba muy bien la tuba y el bombardino, sino que al ejecutar los aires populares y otras piezas de otros géneros un tanto difíciles, en cuya interpretación ponía de manifiesto su exquisito temperamento artístico.

Tenía la desventaja de ser supremamente modesto, humilde y de brazos abiertos, y eso, es un defecto hoy día. Eso pudo ser una cualidad en épocas pasadas, pero hoy día es un defecto capital. No tenía, digamos, la personalidad avasallante de los compositores de Colombia. Él era un hombre así, sencillo, pero valioso como pocos en la región, y en su pueblo que lo vio nacer.

El maestro Andrés le hizo un aporte importante a Ciénaga que no se ha hecho público, poco o nada ha sido el interés de los expertos en divulgar esas obras grandiosas. No sólo compuso pasillos, merengues, paseos, valses, porros, cumbias, boleros, foxtrox, danzones y danzonetes, sino que es autor también de los aires musicales “Sonajero”, parecido al “danzón”, de movimientos alegres donde predomina la intervención de las “sonajas”. “El cumbiao”, de mucho ritmo, de movimientos ligeros y de bastante éxito en la región. Así mismo el “Bullerengue” cienaguero, el “Pasocorrido” y el “Chombo”. Infortunadamente como en ese entonces no se grababa la música en discos de acetato ni existía tampoco la grabadora que permitiera su mayor difusión, aquellos ritmos se fueron extinguiendo en la penumbra del olvido.

La obra de Paz Barros es escasamente conocida a causa de su natural desconfianza (o confianza) no sólo en las casas disqueras que le cometieron varios despojos, sino que fue también víctima de robos y plagios de muchas de sus composiciones, grabadas con otros nombres y autores por músicos que él mismo llevaba a su casa. Pero siempre fue así, un hombre que entregaba sin mezquindad todos sus conocimientos musicales.

El porro “Cabeza de coco” (1937), por ejemplo, fue uno de los plagios que le hicieron al maestro grabada con el nombre de “Añoñi” y con otra autoría.

“Ritmo Colombiano” (1948) porro. Esta obra fue registrada en la Oficina Literaria de Segundo Registro, por SAYCO, bajo las partidas 16, libro 3º, tomo 3, de octubre 18 de 1952. No obstante fue grabada en Discos Eva, modificada su versión original (título y letra) con el nombre “Flores Moradas”. La interpretó la Orquesta Marchena, cantando Julio Erazo… con la autoría de María Teresa Chávez.

Hay que anotar que la versión original es una letra patriótica que encerraba los 14 departamentos del país, puesta en boga por Guillermo Buitrago en 1948 y acogida por los colegios como un himno nacional. Dice su letra:

El ritmo nuestro nos da más alegría
por su calentura, por gran emoción
todo el que baila con este aire goza
y abraza a las mujeres y enciende su mechón.
Todo extranjero que a mi Colombia llegue
tiene por qué quedarse por toda razón
esto es verdad por sus lindas mujeres
también por su alegría y por su libertad.
Viva Colombia, su costa entera
con Barranquilla, las cienagueras
las dos más viejas usan su mapa
que es Cartagena y Santa Marta
la bella Antioquia con sus hermanas
que es Manizales, la bogotana
Nariño y Cali, Popayán y Huila
los Santanderes, Boyacá y Tolima.

“Se marchitaron las flores” (1946) porro. Otro de los despojos cometido al maestro Paz convertido en “El Cafetal” por un avispado recogedor de música ajena de la cual se apropió un deshonesto colega suyo que se constituyó, incuestionablemente, en el éxito que todos conocemos. Esta es la versión original.

Se marchitaron las flores
Guillermo Buitrago y sus Muchachos
Se marchitaron todas las flores
y mi cariño también se marchitó
oye morena acuérdate de mí
que yo también me acordaré de ti.
Ay ya se han muerto todas mis ovejas
y hasta mi burro bayo también se me cardó
oye morena ay vámonos de aquí
para la finca del compa’e Ramón
Óyeme morena acuérdate de mí
que yo también me acordaré de ti
mira Juliana acuérdate de mí
que yo también me acordaré de ti.

Después de 50 años, como homenaje póstumo al maestro Andrés, se le hizo justicia reconociéndole su autoría.

Su obra maestra indiscutiblemente es La Cumbia Cienaguera, conocida en su versión original como “La Cama Berrochona”, llevada a las pastas fonográficas por innumerables agrupaciones musicales.

Orquestas famosas también le grabaron varias de sus obras, como fueron:

El Ciénaguero
Eugenio Nóbile y su Orquesta-Argentina
El Costeño
Eugenio Nóbile y su Orquesta-Argentina
La Cumbia Ciénaguera
Orquesta de Rafael de Paz- Mejicana
La Cumbia Ciénaguera
Orquesta de Lito Barrientos- Centroamericana
La Guaca
Orquesta de Jesús “chucho” Sanoja-Venezolana
El Cazador del Tigre
Atlántico Jazz Band-Colombiana.

Episodios en la vida del maestro Paz


De visita un día en casa del amigo Jaime Rúa, condiscípulo del maestro y muy allegado a él, comentaba que una vez en Santa Marta uno de sus alumnos le había llevado al profesor Santiño, entonces director de la Banda Departamental del Magdalena, un escrito de Paz Barros, para ver qué opinaba él de “eso”.

El profesor gustoso lo vio… lo leyó y le preguntó: “¿Quién escribió esta pieza?”

El tipo despectivamente contestó: “Un loco de Ciénaga”. Sí, ese era el calificativo, generalizado, que en cierta forma burlona e irrespetuosa, le dimos, los cienagueros, sus paisanos, al maestro Paz, cuyo único pecado fue haber tenido la cabeza llena de música. Una cabeza a la que necesariamente había que sacarle lo que tenía allí dentro, para escribirlo en viejas cajetillas vacías de cigarrillo “Pielroja” donde él acostumbraba hacer sus borradores que usaba como papel de partitura para escribir sus ideas musicales, el arreglo de una canción o parte de ellas para imponerlas en el gusto de los bailadores… Pero decíamos que estaba loco… tanto como Colón lo estuvo cuando dijo que la tierra tenía otro lado. Pero no lo estaba. Ese fue nuestro error tildarlo así. Era una persona segura de sus conocimientos musicales, aunado esto a su privilegiada mente creadora.

El profesor Santiño, entonces, se quedó extrañado y guardó silencio, sabía que aquello estaba bien escrito. Cogió la trompeta e interpretó lo que estaba en el papel y cuando terminó de hacerlo le dijo al tipo: “Mire amigo, esto está muy bien escrito y fue hecho por un maestro… ¡el loco es usted!”.

El maestro Paz, tachado como “loco”, hoy es admirado y reconocido como una de las grandes autoridades del Magdalena. Fue un hombre sufrido y miserablemente pagado. Soportó la indolencia y deshonestidad de quienes explotan la música en nuestro país; fue víctima de robos y plagios, se quejaba de la ingratitud de sus colegas y la poca consideración que las disqueras tenían con él. Era un hombre demasiado humilde, casi hasta la exageración; de pocas palabras pero de un silencio que lo decía todo.

El patriarca y escritor cienaguero Ismael A. Correa Diazgranados, amigo de muchas tardes del maestro Andrés, en su libro “Música y Bailes Populares de Ciénaga”, lo describe así:

“Paz Barros tenía la particularidad o desventaja de ser demasiado humilde y confiado, vivió aislado en sorprendente modestia y pobreza, no obstante sus reconocidas aptitudes musicales”.

…Pero fuimos TODOS tan pródigos en elogios al muerto, como fuimos de mezquinos en apoyar el hombre vivo. Y así, con la muerte del maestro Andrés Paz Barros, también se fue su implacable ritmo creativo.
Historia y origen de “La Cumbia Cienaguera”.

Indiscutiblemente, su obra maestra. La versión original de esta canción es “La Cama Berrochona”, compuesta por el maestro Andrés en el año 1937 y fue concebida instrumentalmente, es decir, no tenía letra. Humberto Daza Granados, “el profesor chámber”, músico creador de versos picarescos y maliciosos y amigo de Paz Barros, fue quien hizo la letra inicial de la que muy pocos se acuerdan, ni tampoco de “chámber”, su creativo.

“Anoche dormí contigo
y la otra noche con “la mona”
dormí, dormí, dormí
en tu cama berrochona
Untále sebo de cuba
pá que no suene la lona
dormí, dormí, dormí
ay en tu cama berrochona.

Esa era la letra de “La Cumbia Cienaguera” en su versión original y los versos hacían referencia al diario acontecer en esos lugares donde ellos tocaban, las famosas Academias de Baile, como entonces las llamaban, que no eran sino sitios nocturnos de escasa reputación con nombre refinado donde se permitían “ciertos esparcimientos”, de actividades “Non Sanctos” muy de moda en aquellos tiempos, reservados para ciertos clientes con su balde de agua en lugar de servicio… 

Aunque después tenían que soportar el tratamiento de permanganato que era lo más barato para curar ciertos abusos y desafueros. Ya después apareció la bendita penicilina, con todos sus derivados, y acabó con estas enfermedades y no se volvieron a vender más aquellos productos.

Entonces, en esos sitios nocturnos, es donde se origina la famosa canción y la razón de su nombre, “La Cama Berrochona”, que en su lírica el autor recrea muy bien lo que se hacía allí en esos establecimientos…

“Anoche dormí contigo
y la otra noche con “la mona”
dormí, dormí, dormí,
en tu cama berrochona…”

El sebo de cuba, por su parte, era la grasa o gordura del animal, una pasta untosa y grasienta que sacaban específicamente del chivo, el macho cabrío, y que utilizaban para hacer las famosas velas de sebo, una especie de vaselina que usaban para las callosidades de los pies, para las manos cuarteadas, para sobos y masajes por su finura textura, también se usaba como lubricante o como grasa o aceite contra el óxido, para aflojar los amarres, etc., pero en este caso específico que estamos hablando, el sebo de cuba se lo embadurnaban a los maderos y tornillos de las camas, que entonces eran cátres de lona sostenidos por cuatro pies colocados en forma de equis (X), para “suavizar” el crujido o “chirriar” de las camas que producía el diario “trajinar” en su alegre movimiento. Lo dice la canción…

“Untále sebo de cuba
pa´ que no suene la lona…”

Lo llamaban sebo de cuba porque, al decir de algunos, procedía de allá, de la isla, con otros productos como la soda cáustica. Después de la segunda guerra se acabaron las importaciones y empezaron hacerlo domésticamente, preparándolo en unos recipientes grandes de madera abiertos en su tapa superior.

De manera pues, que melodía y letra de la cumbia en su versión original, yá estaban escritas, estaban hechas y tenían también sus legítimos dueños. Llama la atención, sí, que el maestro Paz siempre dijo que “La Cama Berrochona” era un “aire de pulla”, y así aparece escrito, con su puño y letra, en el pentagrama original. Lo curioso del caso es cuando al interpretarlo resulta ser la misma melodía de “La Cumbia Cienaguera”, con algunos cambios rítmicos notorios.



Aparece entonces por estos contornos Luís Enrique Martínez “el pollo vallenato” y fue cuando escuchó “La Cama Berrochona” interpretaba por montaño en guitarra a su manera, y después por “chámber” en un conjunto donde él tocaba, y aprovecha la melodía original y le hace los arreglos musicales a la canción.

Se fueron a Discos Fuentes, entonces, para hacer la grabación, cuyos estudios quedaban en Cartagena en la Calle del Sargento Mayor, y Toño Fuentes, dueño de la casa disquera exigió cambiarle la letra a la canción… ¡por inmoral! Ahí es cuando aparece Esteban Montaño, célebre compositor oriundo de Tasajera (corregimiento del municipio de Pueblo Viejo), autor de la música del paseo “Por Ella”, cuya letra pertenece al poeta educador Santiago Montaño Castro, también de este municipio a orillas de la Ciénaga Grande y del mar Caribe que divide la carretera que conduce de Ciénaga a Barranquilla, y tío de Esteban, y hace los versos de la canción autorizado por el maestro Andrés para que le pusiera la letra y la bautizó como “La Cumbia Cienaguera” que todos conocemos:

“Muchachos bailen la cumbia
porque la cumbia emociona
la cumbia cienaguera
que se baila suavesona
La bailan en Santa Marta
la baila toda la zona
la cumbia cienaguera
que se baila suavesona…”

Cuando el disco salió fue todo un suceso musical. Eso ocurrió en el año 1951 siendo Gobernador del Magdalena Manuel J. del Castillo, fonsequero también, radicado en Ciénaga y casado con Cecilia Amarís Maya, a quien Martínez dedicó el disco.

Hicieron parte de la grabación Luís Enrique Martínez como acordeonero; Rafael Mejía, en la caja; Carlos Vélez, en la guacharaca; José Barros, en la tambora y Juan Madrid en la guitarra.

También hizo parte en la grabación del legendario disco, un coro femenino conocido como “Las Pueblanas” de quienes no tenemos mayor información, que también intervinieron en “La Cumbia Sabanera” de E. Gil, grabado en Discos Fuentes de 78 r.p.m., ref. 0322.

El respaldo de esa grabación fue “Adiós mi Maye”, paseo de la autoría de Armando Zabaleta, éxito también.

Es innegable que la magistral interpretación del “pollo vallenato”, rodeada de un éxito de brillo, como arreglista e intérprete, bastaron para colocar al maestro Paz, no sólo entre las grandes figuras de la música popular, sino para que se conociera universalmente lo que se considera su obra maestra. Así se conoció su más grande éxito considerado una de las mejores cumbias de nuestro país. No estamos de ninguna manera de acuerdo con el hurto literario, pero aquel episodio resultó conveniente para el autor, la disquera y la música en general.

Pero, qué hubiera pasado si Luís Enrique Martínez no se ocupa de esa canción, con esos estupendos arreglos que él le hizo a “La Cama Berrochona”.? ¿Se hubiera conocido “La Cumbia Cienaguera”?. Honestamente, pienso que no.

Lo mismo ocurrió con “La Víspera de Año Nuevo” del glorioso compositor Tobías Enrique Pumarejo, cuando Guillermo Buitrago se ocupó de ella sacándola del anonimato, dándola a conocer con la misma prestancia y calidad que Martínez lo hizo con “La Cumbia Cienaguera”. Si Buitrago no se hubiera ocupado de esa canción, tampoco se hubiera conocido “La Víspera De Año Nuevo” y seguramente se hubiera quedado en el baúl del sueño del olvido, donde “don Toba” la tuvo guardada tanto tiempo.

En todo caso aquello sirvió como caldo de cultivo para que algunos oportunistas aprovecharan la situación para decir que la melodía que interpretaba Paz Barros de “La Cama Berrochona” era un “aire de pajarito”, lo cual NO ES CIERTO.

Existe sí, y siempre ha existido el “aire de pajarito” que es una especie de chandé, una expresión con música y baile de tradición oral con sabor a popularidad considerado pariente cercano y legítimo de la cumbia, pero el maestro Andrés jamás la interpretó como tal, nunca la tocó como “aire de pajarito”. El chandé es un ritmo y una danza con gran influencia africana cuya esencia se encuentra en la percusión y que tiene como patrón musical la madre cumbia, como lo tienen la mayoría de los ritmos de la Costa Atlántica y que se caracteriza por ser un ritmo más rápido que los otros.

Eso lo dijeron para justificar el plagio de Martínez, quien debe tener el mérito innegable de haberla dado a conocer, perpetuando así el recuerdo de su creativo Andrés Paz Barros.

Sin embargo, Luís Enrique decía que “La Cumbia Cienaguera” era de él; Esteban Montaño la reclamaba como propia, por eso peleó varias veces con el maestro Andrés, quien no ocultaba su malestar e inconformidad por la intransigencia de Martínez en no querer llegar a un acuerdo con él, porque consideraba suya la obra.

Las regalías, entonces, fueron congeladas lo que se consideró un atropello por parte de periodistas y compositores cienagueros quienes intervinieron logrando que se firmara un documento mediante el cual Luís Enrique Martínez reconociera que era el arreglista e intérprete de la obra, Esteban Montaño autor de la letra, y como auténtico compositor de la música, Andrés Paz Barros.

Los fondos recaudados con motivo de los derechos de autores de “La Cumbia Cienaguera”, fueron repartidos en partes iguales.

El caso quedó cerrado en el Juzgado Segundo Municipal de Ciénaga, el día 24 de junio de 1963, ante el señor juez, doctor Joaquín Rivas Meléndez, en asocio de su secretario Alberto Cabana Melo, cuando comparecieron al despacho los anteriormente mencionados Martínez, Montaño y Paz Barros, quienes se dirigieron por escrito al gerente de la sociedad de Autores y Compositores Colombianos (Sayco), en Bogotá, manifestándole su pleno acuerdo y autorizándolo repartir los fondos recaudados entre ello. Posteriormente hubo la mediación de Sayco en el asunto y de la entonces gerente de Podemus doctora Silvia Arango N., para que Martínez renunciara a la autoría de la canción considerando que no tenía derecho a ello, ya que el que podía cobrar regalías por la música era Andrés y no el arreglista.

Esta es, pues, la historia de “La Cumbia Cienaguera”, aquella que un día empezó en “La Cama Berrochona” y que ahora…

“la bailan en Santa Marta,
la baila toda la zona…”


Por: Edgar Caballero Elías

Ver también: Andrés Paz Barros

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